Mi tiempo en Ogigia

Di que te gusta
Tiempo de lectura:1 Minutos, 45 Segundos

Pude subir a ese barco, pero no lo hice. Sentado en el malecón veo cómo se aleja azotado de espuma hacia un destino que ya olvidé. En su interior va lo que pudo ser, pero gracias a dios no es. A mi lado descansa la vieja maleta que heredé de mi abuelo, viajera incansable trufada de sueños que me ha acompañado en mi devenir por el mundo. Llegué a Santos hace dos años, con esta misma maleta como único recipiente de mi vida. Busqué trabajo y lo encontré en el restaurante de Larissa. Lavando platos, recogiendo mesas, sacando cubos de basura con olor a pescado y marisco. Los días pasaban en un sueño en la isla de Ogigia capturado por las redes de la ninfa Calipso, en este caso Larissa. Sus verdes ojos y el fuego de su pelo me hechizaron el primer día. Veía sus rojos labios llenos mientras hablaba sin entender lo que me decía, en ese momento supe que estaba perdido sin remedio, preso de su sensualidad, alegría y frescura. Habría trabajado solo a cambio de su presencia y ella también se dio cuenta y lo usó. Pasé a ser su siervo, su confidente, su amigo, su esclavo, su perro. Dejé de ser yo. Arrastró mi vida por los oscuros pasajes de sus caprichos y finalmente decidió que Santos no era el sitio donde su restaurante debía estar. Puso mi pequeña maleta junto a sus baúles y encargó los billetes. Nueva York nos esperaba. Esta noche pasada, como todas al terminar el servicio en el restaurante, subí al tejado. Es una pequeña terraza desde la que se ve el mar donde suelo subir con una cerveza fría para tomar aire lejos de su yugo, y me di cuenta que estaba viviendo en una jaula dorada preso del tacto suave de su piel desnuda. Terminé la cerveza con la decisión tomada, cogí mi pequeña maleta y me fui. No me despedí, no tuve que hacer la maleta porque en estos dos años no la había desecho, dentro solo estaban mis sueños esperando mi libertad.

Autor: Ignacio Chavarría

Sobre el autor

Ignacio Chavarria

8 comentarios en “Mi tiempo en Ogigia”

    1. Hay alguno que no quiero terminarlo para no volverlo a la estantería. Acabo de descubrir que soy lenta leyendo. Cuando finalice Poe puede que vaya a por ese.

  1. «La jaula dorada» está a pendientes.
    Algunos de G. Orwell y otros del mismo estilo los tengo en la mesilla sin terminar (una palabra) para tenerlos siempre presentes.
    Considero que algunos libros te entretienen y con otros te entretienes pensando lo que han dicho.

  2. Un relato evocador y de advertencia. Nuestro protagonista pudo zafarse a tiempo de las ataduras, ya que es más valiosa su libertad.
    Dice un dicho: Aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *