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Desde la ventana puedo ver el cielo nocturno. Muchas culturas localizan allí el otro lado, sus dioses, el destino para otra vida tras la muerte, el Cielo, el Valhalla, el Akasha, la Yanna o las eternas praderas. Yo solo veo estrellas, planetas, nebulosas, cometas, soles; El Universo. Siempre he sido pragmático y realista y esa naturaleza, en estas condiciones, dudo si es una ventaja o una condena. Siento el estómago encogido, indispuesto. Saldría corriendo al baño si pudiera, pero no puedo. Ya pasó ese tiempo. Está todo preparado y al alcance de mi mano el botón rojo que iniciará el viaje esperando ser pulsado. ¡Que estupidez!, el botón no espera nada, soy yo el que dilato el momento. Consciente. Asustado. Me he preparado para este día. Me he preparado durante mucho tiempo con dolor, temor y ansiedad, esperándolo, deseando que llegue y a la vez sintiendo pavor al ver que irremediablemente se acercaba.

Es el inicio y el fin. Ante mí un viaje incierto, tan apasionante como oscuro. A cambio el fin. Dejaré atrás a mi familia, mis amigos, los paseos por el parque, esa mujer que no conocí, el mar, las montañas, las pizzas de los domingos, una buena lectura acompañada de un vino que tiña mis labios y agrade mi paladar. Todo. Es un intercambio injusto e inevitable. No se puede tener todo. A veces solo se puede tener nada.
Hoy ha sido un día duro. Un día de despedidas, un día de confesiones. Despues llegaron los hombres de EPI blanco, conectaron cables, tomaron muestras, hicieron pruebas, clavaron sus asépticas agujas, llenaron viales con líquidos desconocidos, dejaron el botón a mi alcance y desaparecieron. Ahora estoy solo. Tal vez siempre he estado solo. El oscuro cielo empieza a clarear de malvas y rojos. Amanece. Es la hora de iniciar el viaje. Me he preparado, pero no sé si realmente estoy listo. Respiro. Una inhalación profunda y prolongada, lleno de aire mis pulmones disfrutando de la experiencia. ¡que poco provecho hacemos de lo cotidiano!. Respiro y pulso el botón.

El proceso comienza, ya no hay vuelta atrás. En pocos segundos se inicia el viaje. Veo cómo el primer vial se vacía. Llegará a mi organismo inoculando bienestar y optimismo. El segundo traerá sueño, sumiéndome en los extraños recovecos de la inconsciencia, alejándome de este mundo que dejaré atrás. El tercero traerá paz, la paz que anhelo desde que la enfermedad empezó a consumirme, desde que me ató a esta habitación, a esta cama, a estos aparatos que no dejan de recordarme con sus sonidos metálicos que muero lentamente. Empiezo a sentir el sopor, pronto veré que hay realmente más allá.

Autor: Ignacio Chavarría

Sobre el autor

Ignacio Chavarria

2 comentarios en “El viaje”

  1. Ignacio, tú no sé si lo sabes pero tenemos una conexión brutal bastante bestia. Le llevo dando vueltas estas semanas a un relato que se llama “último deseo” sobre un viaje parecido. No he sido capaz de escribirlo y no sé si podré; si al final lo hago, te prometo que te lo comparto.

    Me ha encantado leerte. Casi desde el inicio se respira la paz anhelada que se concreta en las líneas finales. Eres un mago.

    Gracias por compartirlo.

    1. Será que compartimos wifi, jajaja me alegra que te haya gustado y si, me encantaría leer tu relato con tu visión del viaje. Está claro que es un viaje que hay que hacer en solitario y cada cual lo vive de forma diferente. Gracias por el comentario Reyes.

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