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(Apuntes de cuidador)
Cada vez me familiarizo más con los “tiempos duros”, tiempos duros para otras personas y no para mí. Yo soy feliz. Tan feliz que se siente raro. Soy feliz pero no me siento bien del todo, y eso es perfecto aunque suene psicopático total. Creo que sentirse bien todo el tiempo es, aparte de utópico, algo que tendría la simpleza de un cubo vacío y colocado boca abajo donde alguna vez estuvo el alma. No creo que sentirse bien todo el tiempo hiciera feliz (ni consciente) a ninguna persona.
Cada vez que me esfuerzo por comprender a otros, por internarme en el dolor de otros, descubro cosas sobre mí. Sobre el funcionamiento de mi propia mente. Parece inaudito, pero si lo pienso tiene lógica.
Me he acostumbrado a vivir con algo pétreo en el corazón que a veces no consigo mover. Me inquieta no poder “moverlo” (e-movere, emoción). Por acortar, lo llamo “crisis” a ese sentimiento. “Pequeñas crisis”. “Crisis” es una palabra que las personas que me quieren entienden sin necesidad de demasiadas explicaciones.
Cuando me ingresan un paciente de mi edad o más joven, irremediablemente enfermo en sentido literal, me voy a casa después del trabajo con esa piedra dentro (“crisis”). Sin poder desplazarla, ahí puesta, clavada. He desistido de luchar contra ella. De algún modo, con el tiempo, aprendo a seguir adelante sin que la piedra se atenúe; no es que se difumine, sino que me difumino yo. Y eso está bien. No quiero ser importante; quizá cuando era más joven sí lo quería, pero ya no. La historia de amor con mi propio ego se terminó un día, como se termina casi siempre cualquier mentira que a fuerza de repetirla acabara siendo cierta por un tiempo. Es liberador decidir desaparecer en favor de la vida, la muerte, los estropicios varios, la escritura, el placer, el dolor.
La retirada del ego permite respirar. Es algo que agradezco mucho, y lo noto especialmente en estas crisis. Porque el ego es grande, y cuando desaparece te deja ver muchas cosas pequeñas que antes no veías. Y curiosamente son esas “pequeñas” cosas las que me hacen sentir bien de un modo extraño y efímero, ya sea que lleguen en forma de afirmación contundente, de duda o de pregunta directa. Como ese chaval que se preguntaba “dónde van los patos cuando el lago se hiela”. Solo que lo que me pasa a mí es más prosaico. Es harto difícil de explicar, y pienso que quizá no llegue a hacerlo en condiciones o que, en el caso de hacerlo, es probable que nadie me crea… Pero es que juro que basta solo con levantar la cabeza, y mirar, y ver. Y ya está. Estoy in love con la vida.
Cuando no puedo mover esa piedra, solo dejo que todo me hable. Las luces de las farolas iluminando la calle resultan evocadoras. La nostalgia es dulce y soportable. El pasar con el coche al lado de una estación de servicio por la noche consigue emocionarme. El susurro del viento entre las ramas de los álamos, trayendo el frescor y el olor especial de mayo a las 23,30h, cuando regreso a casa desde el hospital, es un tesoro que disfruto en solitario.
En estas “crisis”, descubro cosas sobre el funcionamiento de mi mente-cuerpo-Alma, como por ejemplo que todas esas pequeñas cosas me hacen feliz, justo de la manera en que estoy necesitando serlo. Ver una pareja de patos cuyas siluetas se recortan contra la luna hace que me sienta afortunada, privilegiada en silencio. Vivo en un mundo lleno de melancolía y ausencias, de amor y del reverso del amor… y sólo sé que estoy muy cansada, pero quiero quedarme. Por un momento ignoro todos los condicionantes a los que seguramente estaré sometida y me siento libre… tan libre como la noche. Como los patos. Como la luna. Como este mayo de 2025 que jamás se repetirá (pero ahora, en este instante, es infinito). No sé a quién dar las gracias por esto, así que al final se las doy al corazón, a ese que antaño creía que era “mío” y que sólo vivía dentro, pero ahora sé que también vive fuera: en los grandes momentos que pasan furtivos, en los otros, en todas las pequeñas cosas y en cada una de ellas. En todo lo que no puedo explicar.
El mayor privilegio de todos es que cuando te maravillas dejas de estar preocupado por el tiempo que hará, por el paso del tiempo mismo y por otras miserias. Cada vivencia queda atesorada para siempre, aunque no tengas las mejores palabras para explicarlo, aunque te sientas verdaderamente torpe para contárselo a alguien y pienses: “quién carajo iba a creerlo, y qué coño, estoy cansada…”.
Autor: Reyes

Sobre el autor
Reyes

Hola, querida amiga Reyes
¿Escribes en primera persona? En realidad, no me extrañaría porque, después de los numerosos cruces de comentarios que hemos cruzado, sobre todo en el foro de Literatura, te tengo como una persona extrovertida. Este relato en concreto remueve unos sentimientos, que pienso que todos tenemos pero que están adormilados. Esas “crisis” de las que hablas forman parte del caminar de cada uno. Pero las narras de una forma tan transparente que enseguida te identificas con ellas.
No sé si existe o no la reencarnación, pero si existiera me gustaría ser Reyes.
Un abrazo
Antonio, te mando un abrazo muy grande. Gracias por tu cariño de corazón y por ser siempre tan cálido conmigo.
Intento contestar a tu pregunta: en estos textos sí, escribo desde el sentir personal, pero es que tampoco he explicado (mal hecho por mi parte) que voy haciendo ahora un tipo de escritos que llamo «apuntes de cuidador», se van colocando ahí sin pretenderlo («ahí» es en la pantalla, en la hoja, jejejeje), es lo que está saliendo como de una olla a presión de la experiencia que vengo teniendo en la unidad de cuidados al final de la vida o cuidados paliativos. No es que esté escribiendo continuamente -ya me gustaría!- porque, por desgracia, estoy viviendo situaciones muy intensas, teniendo contacto con personas que es un privilegio tremendo conocer. No tengo sensación de vivir en una atmósfera asfixiante como otras veces (trabajando, me refiero), pero sí que es una unidad muy especial en la que sé que hay personas que no pueden o no quieren permanecer, pero yo sí. Estoy viviendo la materialización de la magia continuamente, como algo cotidiano; igual es difícil de creer porque las palabras se quedan cortas pero es que cada día ocurren cosas extraordinarias. Escribir es una pequeña parte del proceso, «pequeña» porque no tengo muchas palabras (jajajajja, y que yo me quede sin palabras creo que no es fácil). Pero si supieras, estoy haciendo un cuaderno que por primera vez no es de palabras: dibujos, fotografías, hasta yo qué sé, plumas (me encontré una de color morado un día), fotografías de mensajes, fotografías de personas y momentos, fotocopias de textos que me escriben a mí (es raro no ser yo quien escriba por una vez…). No sé si llego a explicarme y fíjate cuánto texto llevo en este mensaje… no es solo una experiencia de crecimiento personal, que bueno, supongo que también lo es, `pero va más allá. De verdad es que estoy conociendo personas tan increíbles que he terminado por pensar, dejando de lado la falta de fe en la humanidad (jjejejeje) que cada ser humano es extraordinario.
Algunos de esos textos de «apuntes de cuidador» no los he subido aquí, no por nada, sino porque me resuenan tan «alto» que no me acerco mucho a ellos una vez los he terminado, entonces no sé cuáles he enviado y cuáles no… no es que me dé flojera, sino que es como si tuvieras un altavoz lanzándote música a un volumen emocional demasiado alto para soportarlo (jajjajaja dijo la dramática).
Estoy aprendiendo tantas cosas. Algunas me da miedo que sonasen desnaturalizadas si las digo.
He empezado a coleccionar pendientes raros y divertidos que cuestan dos duros porque me he dado cuenta que los pacientes se ríen mucho al verlos. Río con ellos. Trabajar en cuidados al final de la vida implica depurar el humor, no es algo triste, es lo contrario, el humor te encuentra. Te cuento que regalo esos pendientes a pacientes (bueno jajajajaj sobre todo señoras) porque les llaman la atención; mis compañeros lo saben, y se hacen fotos con los pacientes llevándolos y me las mandan. Imprimo esas fotos y las guardo en el álbum que decía. Estoy aprendiendo que la vida es eterna, cosa que creía que ya sabía, pero no lo sabía en su plena dimension; porque dentro de uno, uno tiene la oportunidad constante de /hacer/ que la vida sea eterna, o hacerla más eterna todavía.
Bueno, no me enrollo más.
La reencarnación… pues no xD no seas yo («tan ego, tan fuego, tan agua fría», como dice la canción), pero vivir algo así qué te voy a decir, ojalá fuera todo el mundo tan feliz como yo me siento ahora.
Reyes
Imagino tu total entrega en tu trabajo, que más que por recibir por él una lógica remuneración, es netamente vocacional. Pero no sé si te causa algún trauma. Porque estar diariamente entre estas desdichadas criaturas, viendo y casi sintiendo su dolor, debe ser algo para lo que hay que estar muy preparado emocionalmente.
Creo que ya te comenté que una de mis hijas es médica cardióloga y ejerce su profesión en un hospital de Nueva York desde hace más de quince años, y sé por ella misma que, cuando atiende un caso «desesperado», se siente fatal y que, sin querer, influye en su vida, como si llevara esa pesada carga ella también, y que influye a veces, sólo a veces, en su estado de ánimos. Y digo «sólo a veces» porque tiene dos hijos pequeños y se rehace porque teme que ellos se percaten de sus cambios de carácter.
Lo que saco en claro de tus razonamientos es que debes ser una persona muy sensible, sobre todo ejerciendo tu trabajo, y además no lo puedes evitar. Es decir; que llevas a rajatablas la dedicación a tu menester. (No sé si esto último lo he explicado bien).
Mucha salud y mucha suerte te deseo
Un fuerte abrazo
Muchas gracias, Antonio. Un fuerte abrazo para ti y para tu hija.
Entiendo lo que me cuentas de tu hija. Sé a lo que te refieres.
Yo «trauma» diría que no, es decir, tiene un coste emocional elevado todo esto, y quizá sí hiere, pero te hiere de otra manera. Lo que digo en ese texto de la piedra en el pecho que no se mueve se refiere a eso. Es algo que además sale escribiendo porque si lo cuentas es complicado, quiero decir, si le cuento a alguien «pues hoy se fue (nombre) que tiene mi edad», le puedo poner triste a esa persona y un poco pues joderle el día, no sé si me explico, entonces no es algo que cuente… pues eso, lo que dices tú, te recompones y tratas de separar «mundos» y vivir tu vida también. Lo que pasa que para mí «trauma» es palabra que relaciono con otro tipo de episodios en mi vida de los que me ha costado mucho levantarme, y en ese sentido puedo decir absolutamente que no, este tipo de herida no es eso. Quizá tu hija ahi lo tiene más complicado que yo. Porque mi finalidad al fin y al cabo es que una persona se vaya sin sufrimiento y acompañar a su familia. Si alguien se ha ido pues me puede poner esa «piedra» pero me tranquiliza saber que sus días últimos fueron buenos y esa persona tuvo calidad de vida sin sufrimiento.
Un beso muy fuerte, espero que te encuentres bien.
Mil gracias siempre.