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Se me adhiere como los buitres sobre los restos de un cadáver recién abandonado y plagado de moscas, me ataca de forma directa y cruel como el arrepentimiento a aquel que sabe que ha obrado mal, me anula como el papel en blanco cuando la caprichosa musa decide no regalarme el oído y el pensamiento, lo noto tan profundo que casi parece parte indivisible de mi retorcida alma.

Tan temido resulta el fuego, no por apasionado sino por doloroso, y yo que ansío ahora su beso abrasador que abrazaría sin duda alguna hasta el cálido final de mi existencia, cual vulgar imitación de ave fénix que, menos grácil y orgulloso, se inmola en un vuelo desesperado directo al astro rey a pesar de saber que quizá sus cenizas sean estériles en esta ocasión.

Yo, que renegaba de las bonanzas de los tiempos estivales, que añoraba los vientos gélidos, las tormentas eléctricas y los helados copos de nieve que anunciaban su llegada, su presencia, su efecto tan deseado por mí… y que equivocado estaba, que poco lo conocía, nada en realidad. Ha usado ese viejo truco del maligno, ese poder de hacer pensar a todos que no existe en realidad tornándolo de este modo invulnerable, peligroso, mortal…

Mis articulaciones se hallan completamente entumecidas, mi cuerpo tirita de manera compulsiva sin descanso, hasta respirar me supone un suplicio y un dolor inenarrable, pero os juro por lo poco que vale ya mi vida que todo ello es nimio en comparación a la devastación que este cruel adversario introduce en mi mente, en mi juicio, en mi espíritu. No puedo liberarme de ello, cuanto más lo intento con más ferocidad me aprieta el desgraciado, privándome de ánimo alguno para oponerme ya a su voluntad.

No me declaro tan estúpido como para ignorar que es a la afilada y curva hoja de la guadaña donde me acerca lentamente, deleitándose en las terribles sensaciones que despierta este desagradable camino en mí, pero ya eso no me preocupa, y no es valentía por mi parte, en realidad se trata de todo lo contrario: es miedo, uno tal que nadie merecería ni experimentar ni tan siquiera imaginar, el miedo de no saber si, tras la vida, este frío inhumano y falto de sentimiento también será el infausto y eterno compañero en mi paseo por lo desconocido.

Autor: Martin J. Ville

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Martin J.Ville

7 comentarios en “El frio”

    1. Supongo que el escandalosamente elevado precio de la factura eléctrica me hace todavía más reticente a “encender la luz”, ni siquiera en mis relatos. No tengo remedio…

      Mil gracias Nacho, un afectuoso saludo…

  1. Son las 6.37 de la mañana, no ha amanecido aun ni se ha levantado por aquí el que pone las calles. El caso es que te estaba leyendo sentada en el sofá de mi salita y tuve que encender la estufilla que tengo a mi lado porque de pronto me entró frío! En serio, me ha dado frío leerte. Y eso que tras haberte leído sé que tú hablas de otro frío; de todos los fríos, pero principalmente el que te cala hasta más allá de los huesos.

    Es un precioso, oscuro relato de prosa poética, o así lo he sentido. El final (la pregunta que se hace el narrador) me ha conmovido.

    Saludos!

    1. Mil gracias Reyes… La verdad es que suelo pensar como, en ocasiones, asociamos ciertas sensaciones, incluso estrictamente físicas, a estados de ánimo, miedo, deseo o angustia, por eso pretendí que mi “querido frío” también pudiera tener cierto protagonismo más allá de provocar gripes, resfriados y demás. XD

      Un saludo enorme y gracias de nuevo por comentar…

  2. Me ha gustado mucho tu relato, no creo que se pueda describir mejor un frío mortal como el que cuentas. Lo leo y siento la desesperación de la persona que lo sufre. Saludos!

    1. Quiero pensar que todos lo hemos sentido en mayor o menor medida en ciertos momentos de nuestra vida, sin poder sacudir esa compañía de encima.

      Celebro que lo hayas disfrutado, y te agradezco mucho el comentario. Saludos… 🙂

  3. El frío de la muerte, ese hálito helado que te cimbra hasta los huesos y que inevitablemente todos vamos a sentirlo el día indicado para que descienda sobre nosotros, el telón final, es lo que nos espera, queramos o no, está magistralmente explicado en tu relato.
    A mí también me encantan los relatos oscuros, que te hagan pensar y sentir lo que vas describiendo. Hasta me dio frío de leerte.

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