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“Me han estado desapareciendo bragas.” Se lo digo al policía que me mira con ojos de sapo bobo. Seguramente piensa que ya ha tenido que venir la loca en su turno, pero que se joda que para eso le pagamos. He venido a denunciar a mi vecino. Otra vez. Ahora no es por los recitales de música militar británica a todo volumen a las tantas de la madrugada. Esta vez tengo mis razones. Lo que pasa es que yo las cosas las tengo que contar a mi manera, necesito hilar los hechos de forma coherente en mi cabeza o no soy capaz de contarlo. Así que empiezo por el principio.

– Me han estado desapareciendo bragas.

– ¿Y quiere denunciarlo?

– No exactamente eso, aunque me gustaría recuperarlas si es posible.

– Entonces ¿Qué quiere denunciar?

– Pues mire, a raíz de lo de las bragas. Yo creo que es mi vecino, es raro. Mi marido, que es gilipollas, dice que me lo invento, pero yo creo que es el vecino. Solo se lleva las buenas el asqueroso. Es un tío raro. Inglés o de por ahí. Viene los fines de semana, se encierra en la casa con todas las persianas bajadas y pone esas marchas militares a toda hostia. ¿Quién escucha marchas militares?. En fin, que yo tenía entre ceja y ceja que este hombre se lleva mis bragas del tendedero, así que ayer lunes, en cuanto desapareció tiré de la llave que nos pasaron los de la inmobiliaria, servía para todas las casas, luego cada uno cambiaba el bombín. Pues hubo suerte, este ni se molesto en cambiarlo. Abría a la primera. Mi marido que si te van a denunciar, que si estás loca .. lo que decía gilipollas. Volviendo al tema, que me pierdo. Tuve que tirar de la linterna del móvil, estaba todo cerrado y lleno de polvo. Desde la entrada se veía un caminito de pisadas en el polvo hasta el salón. El salón tenía poca cosa, un sillón de orejeras del tiempo catapum y el puto tocadiscos. Solo dos discos, cómo no distingo una música militar de otra no me había dado cuenta, para mi era siempre el mismo chimpum. En fin, no se lo va a creer, pero en una mesa pegada a la pared había varios bustos de esos de peluquería y un par de maniquíes, que menudo susto me dieron, con pelucas y algunos vestidos de mujer. Si ya decía yo que era raro. Pues ahora parezco valiente, pero estaba cagada de miedo. Total, que mis bragas no estaban allí, pero el resto de la casa estaba lleno de mierda, cómo si el inglés no saliera del salón ni para mear. Ya me marchaba cuando ví otro rastro, este hasta una pequeña puerta que en mi casa va al sótano. Yo la quité en mi casa y amplié la escalera, fue una obra de mierda, pero merece la pena, no vea la amplitud que da eso y la luz que entra abajo. Volviendo a lo que nos ocupa, esa puerta había dejado rastro de polvo, así que la abrí y nada más enchufar con la luz del móvil lo vi. Ahí delante mío, quieta, en el suelo tirada sin respeto alguno había una mano humana sin el humano correspondiente. ¿Se lo puede creer?

– Ya, y entonces ¿la denuncia?

– Por dios, ¿puede atenderme alguien con medio cerebro al menos? ¿tiene usted un supervisor o alguien así con quien pueda hablar?

– Si señora, hable con el teniente en la oficina que parece que está libre ahora.

– Haber empezado por ahí, yo soltando aquí toda la historia para nada. Señor teniente, ¿a ver si usted me puede atender?, el caso es que me faltan bragas.

Autor: Ignacio Chavarría

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Ignacio Chavarria

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