La situación laboral de Ana llenaba el vaso de su vida. Tenía que alejarse, debía volver a la tranquilidad de la naturaleza. Una vez finalizó la jornada laboral decidió conducir hasta un bosque en lugar de su hogar. Una vez encontró un lugar donde estacionar, paró y bajó del vehículo. Empezó a andar siguiendo un sendero rodeado de flores. Luego de andar varias hora se percató que la luna ya empezaba a romper la oscuridad de la noche. Consideró entonces que esa era una buena noche para la primera vez para recorrer los senderos de hojas secas.
Llegó a una encrucijada dónde no pudo elegir la dirección. Un alud de tierra, rocas y árboles cortaba un lado, tomó la única opción. Altos árboles acompañaron la caminata, tenía dificultad para ver la luz de la luna. Eso la obligó a seguir las rutas fijadas por los animales, para evitar que las afiladas piedras diseminadas por el camino no le destrozaran el calzado. Vigilar en no tropezar con las raíces que sobresalían fue otro reto.
La suave lluvia empezó a mojarla. Le daba igual. Una luz proveniente de un rayo, que iluminó el bosque, seguida de un trueno, que provocó un grito de pánico y un diluvio. El clima la alteró. Tenía que buscar refugio, la situación era desagradable. La frecuencia de los truenos aumentaba. Empezó a correr, casi cayó varias veces por los cadáveres de los animales que aparecían de sorpresa. Distinguió la entrada a una gruta y se dirigió a ella, en busca de cobijo.
Cuando entró en la cueva se le originaron arcadas. El aire allí dentro estaba impregnado de un olor desagradable. Un rayo iluminó el interior. Alba creyó ver un pentáculo invertido en una de las paredes. Pensó que podía ser su imaginación y lo ignoró. Cuando se percató que la lluvia había parado. Con pulso tembloroso buscó el teléfono en el bolso. No logró encontrarlo. Escuchó unos pasos provenientes de la parte más oscura.
Decidió salir, empezó a correr la luna se había escondido, el amanecer despuntaba por el este. Desconocía la dirección que debía tomar para volver a la carretera. Cuando observó a un hombre durmiendo apoyado en el tronco de un árbol, llevaba una camisa hecha trizas e iba descalzo.
Autor: Aïda M. Loizu
Muy bien llevado el relato. Se ve que es una muestra de un escrito aún más largo.
Gracias. No sé si podré seguirlos. En un primer momento fueron textos independientes. Lo escribí cono un desafío, para ver si sabía entrar al mundo del terror.
Ahora que has empezado no puedes dejarlo así 😂
Sí y no. No creo que siga con historias cortas, pero sirve de idea para algo largo.