Aldith está borracha durmiendo recostada en una de las sillas de la taberna, lleva borracha dos días y piensa seguir así mientras haya algo en el bar con que alimentar su soledad. Intentó que la escucharan, que se quedaran y combatieran al mal. Pero todo fue inútil, los últimos acontecimientos habían sido demasiado para la temerosa gente de la isla.
Primero apareció el gigante negro con la boca cosida que secuestró, según ellos, al pobre Finley. Luego lo de la esfera; algo diabólico y obsceno que desintegró al sacerdote. Algunos en la isla, sobre este asunto, mantenían la opinión de que fue el whisky, en concreto la acumulación del dorado líquido que había consumido el cura aprovechando la ausencia del tabernero y que hizo explosión en su estómago por la estática que acumulaba el objeto. Pero las mismas personas también aseguraban ver un trasgo por las noches violando ovejas en el páramo así que no eran dignos de mucha credibilidad.
En tercer lugar, la mancha negra. Apareció cuando el cura explotó y ardió la iglesia, una sombra que se extendía desde el interior de la esfera incluso a contraluz. Daba la impresión de algo vivo. Lentamente fue pintando de negro todo alrededor, secando cualquier vegetal, matando la vida a su paso, alimentándose de ella. No parecía tener prisa alguna, se desplazaba muy lentamente, pero siendo metódica en la destrucción. La última vez que Aldith se acercó a la iglesia ya había conquistado el prado hasta al cerca del cementerio, tenía cierto brillo maligno, parecía como si alguien hubiera vertido brea en toda la zona. Entonces fue cuando empezaron a irse los más temerosos rociando de agua sagrada a su paso y plantando crucifijos en casas y caminos cómo si eso fuera a servir de algo. Después apareció el pequeño diablo y eso ya fue demasiado. Ocurrió de noche. Los que quedaban en la isla se habían atrincherado en la taberna. Aldith había abierto un barril de cerveza para infundir valor a la parroquia y después de dar cuenta de él todos dormitaban tumbados allí donde encontraron acomodo; sillas, bancos, el mostrador o el suelo servían perfectamente para digerir la borrachera. Sonó el reloj marcando las tres y ocurrió; fue como un latigazo en el aire, un rayo azotando la tierra. Toda la taberna tembló y se iluminó la isla con una luz blanca sobrenatural. Nadie tuvo dudas de donde procedía; la Iglesia. Se agolparon en las ventanas de cara a la colina para ver, pero por mucho que aguzaban los etílicos ojos no veían nada en la cerrada oscuridad de esa noche sin luna ni estrellas. Temblaban de miedo y a pesar del frio de la noche sudaban bajo su ropa de lana sin lavar. Las narices pegadas al cristal, los de atrás que no tenían sitio en la ventana preguntaban qué pasaba y los que miraban fuera chistaban para pedir un silencio que ellos mismos rompían. La tensión fue en aumento, se hizo un tremendo silencio solo roto por el viento en el exterior. Todos aguzaron el oído y la vista. Entonces se abrió la puerta y apareció él.
Renegrido paticorto y albino, iluminado por el pequeño farol de la entrada miró desconcertado a los lugareños y dijo;
—¿Dónde cojones estoy?
Cómo si hubieran encendido una mecha la gente abrió ventanas y saltó fuera huyendo en medio de la noche tropezando por el campo a oscuras hacia el puerto. Sin recoger nada de sus casas subieron a los barcos y abandonaron la isla.
Solo quedó Aldith mirando al extraño personaje, tomó un largo trago de su jarra de cerveza y dijo;
—En la maldita isla de Foula en el mar del norte donde nadie quiere estar ya, abandonada hasta por las ovejas y receptáculo de demonios negros y puñeteros enanos desubicados — sirvió otra jarra y se la tendió al enano — Bienvenido quienquiera que seas.
—Guinness, me llamo Guinness, y si, enano, desubicado y terriblemente sediento. gracias….
—Aldith, pequeño demonio, mi nombre es Aldith.
Desde entonces, dos días ya, la robusta Aldith y el pequeño Guinness se afanan en terminar con la bebida de la taberna, y lo hacen lo mejor que pueden. El alma irlandesa del enano y la naturaleza norteña de la mujer han congeniado perfectamente, y como buenos hermanos de taberna dormitan borrachos mientras la oscura sombra de la esfera se extiende por la isla destruyendo todo a su paso.
Autor: Ignacio Chavarría
JAJAJAJAJAJAJA El Guinness desubicado!! Este hombre puede aparecer en cualquier parte, yo creo que él mismo terminará asumiéndolo. No imaginé que fueras a juntarle con Aldith… me gusta esa mujer, merece una precuela para ella sola. Pero y están esperando tranquilamente que la mancha llegue…?
Habiendo cerveza y wiski …