Tres metros por seis, puedo recorrer toda su dimensión con mi vista, cada pulgada. Pequeños nichos guardianes de almas y vidas apagadas, marcados con nombres en bella caligrafía en plata y dorados que permiten imaginar lo que cada uno guarda. Aventuras, amores y desengaños, traiciones, lealtades incondicionales, guerreros, santos varones y pías mujeres, furcias, cabrones, asesinos, ajusticiados, verdugos, reyes, nobles y desahuciados. Cada pulgada, tres metros por seis cargando con el polvo de los años de olvido. Pegados unos a otros compartiendo el aire enrarecido. Quiero imaginar las historias mezclarse, viajar, enlazar los inicios con finales y cada final con un nuevo comienzo. Mas allá de lo que fue, transcendiendo la imaginación, abarcándolo todo y fundiéndose con la nada y haciendo de la nada, de lo que queda entre palabras que nadie dijo y quedaron suspendidas en gemidos, un todo que satisfaga los anhelos perdidos.
Doy un paso atrás, necesito tomar distancia para entenderlo, respirar aire limpio más allá de la claustrofobia que me provoca ver cada pulgada ocupada, la sensación de saber que me costaría extraer uno solo de esos pequeños ataúdes sin importunar a sus vecinos que de seguro intentarían acompañarlo buscando el cariño de un extraño, de alguien que les recuerde la vida que tuvieron antaño.
Pulgada a pulgada mis ojos recorren los nombres, llaman mi atención en un intento desesperado para que me acerque y los toque, que repase con mi dedo el grabado recodando el momento en que nos conocimos, las sensaciones que me provocaron, las lágrimas y sonrisas que de mi arrancaron. Todos, cada uno dejó en mi su marca, su recuerdo, sus palabras. Me acerco y los abrazo a todos ellos, mis libros que ocupan cada pulgada de la pared, de esa pared desierta y sin vida que fue perdiendo su inocua identidad para convertirse en receptora de saber y vidas ajenas. Cada pulgada es una marca, una bella cicatriz que desvirgó mi ingenua niñez, que resucitó mi prematura muerte, que me incitó a viajar, a conocer y a sentir.
Autor: Ignacio Chavarría
Precioso, es el arte de la literatura, que nos convierte en amantes inquietos o inquietas, pero si, es asi cuando los libros atrapan y se viven las historias contadas casi como reales. Personalmente hace tiempo que no tengo esa sensaciones con las lecturas; supongo que todo depende el punto que estemos.
Si, todo depende de ese momento, solo hay que encontrar el libro que te acompañe.
Tantas vidas, algunas de ellas tan intensas que resulta increíble que puedan permanecer comprimidas en algo tan pequeño. Las criaturas duermen en un libro cerrado? Mientras el lector duerme, imagino que salen de allí, que saltan de la estantería a su cabeza para vivir, para mezclarse con él y entre ellas. Sería un cuento increíble, noche a noche; realismo mágico cotidiano para recordar despierto.
Me ha encantado.
Gracias Reyes, si, da para un buen cuento. Todo tuyo si quieres coger el relevo 🙂
jajajajaja, te iba a preguntar por tus libros favoritos, aunque un autor ya lo sé… o espera, mejor no me digas y sorpresa sorpresa(??) 😀
Pues de niño Verne Jack London y Karl May aparte de Ibañez, Luego Robert E. Howard, Agatha Christie, Frank Miller y los clásicos Tolkien, Asimov, Bradbury, C.Clark, Philip K. Dick, Ballard, Ursula K Le Guin y el gordo, vago que no termina su trabajo George R. R. Martin.