En el corazón del vasto universo, donde las estrellas tejían su danza cósmica, se celebraba el evento más esperado de la galaxia: El Concurso Intergaláctico de Música. Este acontecimiento épico reunía a músicos de todos los rincones del espacio, cada uno representando a su planeta natal con su estilo musical único. La diversidad de sonidos que resonaban en el escenario creaba una sinfonía celestial que iba más allá de las barreras culturales y planetarias.
En el planeta Xylofonia, conocido por sus vastos bosques de árboles musicales que resonaban con notas melódicas al soplar el viento, la banda representante era liderada por Harmony, una extraterrestre con diez tentáculos cuyas ventosas podía controlar a voluntad. Su compañero era un pequeño con seis trompas y seis brazos, que formaba una melodía susurrante.
En contraste, desde el ardiente planeta Pyronia, donde la lava fluía como ríos y las montañas ardían con fuego perpetuo, emergió una banda de músicos con instrumentos que desafiaban las llamas. Su líder, Blaze, un ser hecho de pura energía ígnea, llevaba una guitarra de llamas que emitía acordes ardientes, mientras el resto de la banda utilizaba tambores resonantes con el sonido de chispas y truenos.
Por otro lado, desde el planeta Aquaterra, donde vastos océanos se extendían por la superficie, llegó una cantante submarina llamada Sirena, una criatura con escamas iridiscentes y una voz que podía ser escuchada a kilómetros de distancia.
El escenario del Concurso Intergaláctico estaba ubicado en un asteroide flotante que servía como punto neutral para todas las civilizaciones cósmicas. Las gradas, llenas de seres de todas las formas y tamaños, vibraban con anticipación mientras las bandas se preparaban para deslumbrar al universo con sus habilidades musicales.
La competición comenzó con un estruendoso espectáculo de la banda de Pyronia. Las llamas danzaban alrededor del escenario mientras Blaze arrancaba acordes flamígeros de su guitarra. La audiencia se sumió en un frenesí de emociones, sintiendo el calor y la intensidad de la música que fluía desde el planeta de fuego. La banda dejó el escenario entre aplausos y vítores, dejando una impresión imborrable en los corazones de aquellos que los presenciaron.
La banda de Xylofonia fue la siguiente en tomar el escenario. Harmony se movía con gracia entre los tentáculos, tocando una variedad de instrumentos orgánicos que creaban armonías etéreas. Los sonidos melódicos de los árboles musicales resonaban en todo el asteroide, envolviendo a la audiencia en una atmósfera de paz y serenidad. Cuando la última nota se desvaneció, la multitud estalló en aplausos, apreciando la singularidad de la música que emanaba de aquel planeta de maravillas musicales.
A medida que avanzaba la competición, otras bandas intergalácticas subían al escenario, cada una llevando consigo la esencia única de su planeta de origen. Desde el planeta Aeronia, donde el viento soplaba entre nubes flotantes, una banda de seres etéreos tocaba melodías etéreas con instrumentos que respondían a la brisa. Desde el planeta Rocaleta, donde las montañas eran gigantescos cristales que resonaban con cada paso, una banda de minerales y cristales formaba música con la vibración de sus cuerpos.
Pero al final era el turno del planeta Aquaterra.
El agua del escenario flotaba en el vacío cósmico, iluminado por la luz de las nebulosas circundantes. Una orquesta de seres astrales, cada uno con su propio instrumento, se preparaba para acompañar la melodía de Sirena. Las constelaciones brillaban con una luz intensa, creando un telón de fondo celestial para el evento cósmico.
El susurro de la multitud intergaláctica creció a medida que la expectación se apoderaba de todos los presentes. De repente, las aguas se agitaron, revelando la presencia de Sirena emergiendo de la profundidad de la nada. Sus escamas iridiscentes irradiaban con un fulgor deslumbrante, reflejando la luz de las estrellas que la rodeaban.
Sirena comenzó su canto, una sinfonía que trascendía las fronteras de la comprensión, una amalgama de sonidos que resonaban en las almas de cada ser presente. Su voz, un regalo de las profundidades cósmicas, envolvía a la audiencia como una brisa celestial. Cada nota era un destello de luz que viajaba a través de las galaxias, llevando consigo la esencia misma de la creación.
A medida que Sirena entonaba, las constelaciones respondían a su llamada. Las estrellas vibraban en armonía con su voz, creando patrones luminosos que iluminaban el firmamento. Los planetas danzaban en sus órbitas, siguiendo la cadencia celestial. Las nebulosas se mecían al ritmo de la música, tejiendo en el espacio una obra de arte efímera.
La audiencia, conformada por seres de todas las formas y tamaños, se sumía en un éxtasis celestial. Cada entidad sintió la conexión cósmica, la unión que trascendía las dimensiones. Las lágrimas de emoción se fundían con el resplandor estelar, creando un océano de luz y energía que llenaba el espacio intergaláctico.
Sirena exploraba las escalas celestiales con su voz, ascendiendo a las alturas más elevadas y descendiendo a los abismos más profundos. Cada inflexión resonaba en el corazón de la creación, provocando un énfasis en la danza de las estrellas y los planetas. La orquesta estelar seguía su liderazgo, fusionando sus notas con la melodía etérea de la criatura iridiscente.
Los destellos de luz se intensificaron, creando una aurora cósmica que se expandía desde el epicentro del concierto. Las ondas sonoras viajaban a través del espacio interestelar, llevando consigo la energía pura de la música cósmica. Las criaturas presentes sentían el poder transformador de la experiencia, una trascendencia que elevaba sus espíritus a nuevas alturas.
Finalmente, con un crescendo majestuoso, Sirena concluyó su canto. El silencio cósmico resonó por un instante, seguido por un estruendoso aplauso estelar que reverberó a través de las galaxias. La criatura iridiscente se sumergió de nuevo en las aguas estelares, dejando tras de sí un eco eterno en el tejido del universo.
Autor: Alex Pallares
Magnífico, Alex. Has hilado fino en el seno de tu imaginación admirable. «Cada nota era un destello de luz». «El tejido del universo». Has hecho algo tremendamente difícil: tocar el infinito con palabras. Infinito es indescriptible, pero plasmar su esencia es posible, y para mí aquí tú lo has hecho.
Por demás… ese espectáculo donde como lectora me has llevado: una maravilla.
Cuando era pequeña lo que más me fascinaba en el mundo eran los cuentos. Cuentos como este. Creo que la mejor manera de saber si un cuento es bueno es cuando se lo cuentas a un niño (de cualquier edad) y se le cae la sopa de la boca porque la tiene abierta mientras está escuchando.
Una pasada de relato, lo rompiste. El final… nada mejor que ese eco eterno en suspenso.
Hola Reyes.
De niño yo jugaba con cualquier cosa: una lápiz, una hoja, una piedra. Mi mamá me veía y me preguntaba en qué planeta estaba.
Algún día escribiré algo para un niño. Gracias por tu comentario querida amiga.
Muy buen relato! Hay muchísima imaginación en él. Mientras lo leía me lo he imaginado en un cortometraje de animación muy colorido y lleno de fantasía. Y además tu escritura me parece muy cuidada y con mucha calidad. Gracias. Un saludo!
Gracias a ti, Paula. Pues, soy un árbol de manzana que da peras.
Recuerdo haberle contado a alguien como me expulsaron de un colectivo de escritores por cometer errores ortográficos.
Gracias por pasar a comentar.
Vaya, leyéndote me cuesta creerlo!
jajaja a alguien que era yo… ;; me acuerdo de eso, todavía me parece increíble que fuera así.
Alex, hiciste que mi imaginación se disparara a mil.
Me imaginé siendo parte de esa odisea de ciencia ficción y la verdad es que me hiciste recordar cuando rocanroleaba con mis Panteras Negras. Estar sobre el escenario es una experiencia inolvidable.
Tu escrito sí que es literatura de otros mundos.
Gracias Charly.
Nunca he estado en un concierto en toda mi vida, esta fue la parte más difícil de todas. Pero bueno, amigo. Algún día, algún día.