No es que yo sea malo, ni tan siquiera macarra, es que soy un ser libre y poco amigo de convenciones sociales. Para mi, el colegio es una convención social, por eso no voy. Suelo acercarme al parque, a los columpios donde me encuentro con Jorge, otro antisistema de mi clase como yo. Nos sentamos en un banco, bueno, nos sentamos en el respaldo poniendo los pies en el asiento como se ha hecho toda la vida en el barrio. Comemos pipas saladas que nos hieren los labios y bebemos cerveza de una litrona que pagamos a medias cuando podemos permitírnosla. Es una buena vida. Lo malo es que en el parque no hay nadie. Hasta la salida de clase no llegan los demás. Entonces echamos unas canastas, contamos chorradas y nos reímos de cualquier tontería o hablamos con las salesianas que vienen a vernos. Las chicas no suelen acercarse, solo las mas transgresoras que recortan sus faldas por encima de la rodilla, llevan las medias caídas y beben a morro de nuestra litrona.
Cuando hace buen tiempo se está bien, en invierno, cuando llueve y hace un frio de cojones no tanto. Entonces los de la pandilla se van a casa al salir de clase y solo Jorge y yo permanecemos en el parque hasta que nos iluminan las farolas. Esos días se sabe quienes son los auténticos y quien viene de boquilla.
A veces aparece la policía, nos cachean, nos preguntan cosas, nos meten en el furgón y nos llevan al colegio, pura rutina, entonces el director nos deja en la biblioteca, no nos quiere en el aula donde podamos molestar a los demás. Luego llaman a nuestros padres que tardan una eternidad en venir a por nosotros con malas caras y un castigo preparado que nunca se cumple y no sirve para nada. Hoy ha sido así; llegó la policía. Me jodió porque teníamos la litrona a medias y el madero capullo la vació y la tiró a la papelera diciendo que somos menores y no podemos beber alcohol y menos en la calle en un parque publico donde puede haber niños. ¿Qué niños? son las 12 de la mañana, están presos en el puto colegio.
Todo se tuerce, cuando llegamos al colegio la biblioteca está ocupada y el gimnasio, que es la opción B del director para nosotros, está también a tope con un partido de baloncesto. En el pasillo no nos deja ni de coña, sabe que la vamos a liar así que, muy a su pesar, acabamos en clase. Están en literatura. Nunca habíamos entrado en esta clase. La maestra es nueva, es mayor, pero está buena. Nos sientan en primera fila a los dos y nos han confiscado el tabaco. Mierda de sociedad autoritaria y fascista. Algún día toda la estructura caerá.
La profesora continua con la clase. Está todo el mundo atento, no recordaba yo tanto silencio. Habla de Rhianna Pratchett y todos escuchan, hasta los emo prestan atención. Rhianna Pratchett no hacía otra cosa que jugar a videojuegos con su padre, Rhianna jugaba muchísimo. cuando creció decidió que se dedicaría a escribir sobre videojuegos, trabajó en algunas revistas y un día alguien le pidió consejo en el desarrollo de un guion. Sorpresa, había alguien escribiendo todos esos juegos. Debutó como guionista con un juego de fantasía épica, Beyond Divinity. Le siguió Heavenly Sword, para el que creó a su primera protagonista femenina, Nariko. Luego vino la Faith de Mirror’s Edge. Yo he jugado a todos esos juegos, algunos son antiguos y solo puedo jugarlos en el ordenador.
Sus protagonistas son mujeres fuertes como las que le influyeron en su infancia: Sarah Connor de Terminator, la teniente Ripley de Alien y la Alex del videojuego Half Life. Finalmente le surgió la oportunidad de reinventar a Lara Croft y escribir su vida desde el principio; Lara, hija de un hombre extremadamente poderoso, descubre su pasión por las ruinas después de asistir a la conferencia de un famoso arqueólogo. Ahí empezó a redibujarla escribiendo.
Suena el timbre. Coño, he estado aquí callado como los demás sin darme cuenta que pasaba el tiempo. Veo a Jorge que sale del trance también. No tenía ni idea de que había este mundo escondido en la clase de literatura. Videojuegos, ¿Quién lo diría?
Salimos los dos callados, nuestros padres no han llegado todavía así que vamos al despacho del director a ver que hace con nosotros. Pues hay clase de matemáticas y por lo que parece están hablando de probabilidad y estadística, la rama de la matemática que trata con la incertidumbre, la aleatoriedad y la inferencia, vamos, los entresijos de la inteligencia artificial. Coménto con Jorge que lo mismo está bien pasarnos, hay que estar enterados de las armas del enemigo para poder contraatacar.
Autor: Ignacio Chavarría
El antisistema tendría que saber que en invierno se ha de ir a clase. Escuchar al profesor es otra cosa.
En los noventa en mi zona no pasaba la policía.
Todos somos o fuimos rebeldes en nuestras épocas.
Cuando yo era muy joven, convivía con Los Gatunos de la Narvarte. Bebíamos cerveza, andábamos con chicas rebeldes como nosotros y andábamos en moto.
La policía nos pilló algunas veces, pero con un billete nos dejaban en paz.
Ahora solo quedan los recuerdos. Nacho, tu relato me hizo evocar muchísimas cosas.
Siempre es evocador volver a los malos hábitos, suelen ser los que tatúan recuerdos mas profundos, aunque no siempre lo mejores.
Qué importante descubrimiento hicieron estos chicos.
Me ha gustado mucho, Nacho.