Quiero compartir un fragmento del libro «No-cosas» de Byung-Chul Han, donde el filósofo reflexiona sobre el libro electrónico:
«Walter Benjamin cita la conocida sentencia latina: Habent sua fata libelli [“Los libros tienen su destino”]. Según su interpretación, el libro tiene un destino en tanto que es una cosa, una posesión. Muestra marcas materiales que le prestan una historia. Un libro electrónico no es una “cosa”, sino una “información”. Su ser es de una condición completamente diferente. No es, aunque dispongamos de él, una “posesión”, sino un “acceso”. En el libro electrónico, el libro se reduce a su valor de información. Carece de edad, lugar, productor y propietario. Carece por completo de la lejanía aurática desde la que nos hablaría un destino individual. El destino no encaja en el orden digital. Las informaciones no tienen ni fisonomía ni destino. Ni admiten un vínculo intenso. Por eso no hay del libro electrónico un “ejemplar”. La “mano” del propietario da a un libro un rostro inconfundible, una fisonomía. Los libros electrónicos no tienen rostro ni historia. Se leen sin las “manos”. El acto de “hojear” es “táctil”, algo constitutivo de toda “relación”. Sin el tacto físico, no se crean vínculos».
Se ha afirmado que «tocar» es una forma de «ocupar la realidad», que establecemos un «con-tacto» cuando acariciamos cuerpos y movemos objetos. Jorge Luis Borges destaca al libro como uno de los instrumentos más asombrosos del hombre, pues constituye una extensión de la memoria y la imaginación. Yo he percibido algo parecido a la prolongación de mi cuerpo al sostener un libro.
Ariel García
Corrector de textos