Un día de pudor

Di que te gusta
Tiempo de lectura:1 Minutos, 38 Segundos

Tuve un momento de acilencia y me arrepiento, os juro que no soy así. No suelo asilenciar habitualmente, vamos sí, como todo el mundo, alguna vez. Pero esta no fue una de esas veces. Se que no tiene perdón, que no lo debería haber hecho, pero mira, pasó y ya no hay forma de volver atrás ¿verdad? ya no hay forma alguna. Ni el momento ni el lugar eran los apropiados, si es que hay algún momento o lugar apropiado para asilenciar que no perturbe a los demás. No lo hay. Pero en algunas ocasiones y en determinados lugares esto se perdona o al menos se disimula. No fue esta vez así. La gente me miró, incluso alguna persona me señaló con el dedo y dos o tres personas vomitaron. ¡Que vergüenza! Hay gente, hablo de gente muy golpeada, que disfruta con esto y por el contrario hay otras personas que no pueden reprimir el asco y su estómago se revela contra la acilencia de los demás. Me contó una amiga que a una amiga suya le ofrecieron dinero por acilenciar, pero no calderilla, no, mucha pasta. Los hay pervertidos. Yo realmente no sé por qué lo hice, pero no pude controlarlo, estaba esa mujer cantando con voz de chorlito ajusticiado, todo el mundo embelesado mirándola cómo si entendiera ese extraño arte, habían ido luciendo sus mejores galas, perfumados y empaquetados en su ampulosidad. No pude contenerme y acilencié. Luego la policía, unos groseros, no quisieron entender que fue un momento de debilidad, que, cómo he dicho y les repetí a ellos, yo no soy así. Pero ya estoy en casa, me he dado una ducha, una larga ducha de agua bien caliente, una de esas duchas que crean niebla perpetua en el cuarto de baño, que escaldan la piel hasta enrojecerla y que limpian el alma de los malos momentos. Si he de ser sincera, a pesar del mal rato, lo he disfrutado.

 

Autor: Ignacio Chavarría

Sobre el autor

Ignacio Chavarria

2 comentarios en “Un día de pudor”

  1. El arte de decir sin decirlo, de describir el contenido sólo con la forma del continente, eso vi aquí… es una buena forma de pulsar los botones de la mente «posterior» del reptil humano y que para cada uno la esencia sea lo que cada uno ve (o es). Me ha encantado cómo está narrado. Mantengo que sería precioso -aunque sé que tb complicado- hacer un recopilatorio anual o bianual de relatos en literanoicos…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *