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Esa fachada que ves ante ti, el número setenta y ocho de la calle Pasión de Cristo, no tuvo siempre el mismo aspecto que tiene ahora. Desde luego que no. En ese escaparate había libros, ¡porque era el escaparate de una librería! Infinitos libros tras el cristal, imagínate; cada semana títulos diferentes, a veces invisibles cuando el libro estaba abierto, con las alas desplegadas mostrando páginas al azar. Lo sé bien, porque era yo quien colocaba esos libros. 

¿Te has parado a pensar que ahora me estás escuchando y no puedes verme? Estás leyendo, así que eres de esos afortunados que han desarrollado la capacidad de oír y sentir a través de sus ojos. Si estoy hablándote en cada palabra escrita es porque yo sólo puedo estar vivo así. Irónico que esto le ocurra a un librero, ¿verdad?

Dediqué mi alma a vender libros hasta el año 1997. El dos de junio de 1997 morí, cruzando esta misma calle a las dos de la tarde. Iba apresurado por encontrar a mi hijo, que me estaba esperando en la cafetería de enfrente, y no vi el vehículo que se me lanzó encima. Era lógico tanta prisa por mi parte, porque llevaba cinco años sin hablar con mi hijo, y me preguntaba si en aquel momento yo sería capaz de decirle que le quería además de regalarle el que siempre fue su libro favorito (cuyo título no viene al caso ahora). Pues ya ves, al final no pude decírselo. Se lo grité, pero yo ya estaba muerto aunque ni me había dado cuenta.

Se lo grité, y él no pudo escucharme. Y sin embargo tú sí me escuchas ahora. De nuevo irónico, ¿cierto? Nunca imaginé que mi única manera de seguir vivo sería esta: entre páginas, en la pura palabra. Aunque he descubierto que, en esta forma de existir, puedo hacer algunas cosas para no sentirme del todo vacío. Aún no quiero convertirme en polvo. Es demasiado pronto para ser Nada, aparte de que irse de aquí a punto de dar el mensaje más importante es lo peor que a uno le puede suceder. De hecho, tal vez sigo aquí porque el mensaje es eterno y no yo. El mensaje es lo eterno, y no importa que no se haya dicho. No sé si yo mismo me transformé en mensaje al morir; puede sonarte raro, pero te aseguro que desde la perspectiva de un muerto resulta coherente.

A veces paseo por aquí, por delante de esta fachada. Hace unos días, un hombre se paró a contemplarla y le hizo una fotografía para usarla en una especie de reto literario. Me puse a su lado, lo bastante cerca como para reconocer a un escritor en él. Con “reconocer a un escritor” quiero decir: “a uno de esos desgraciados que escribe porque no puede hablar de otra manera”. Después de muerto les entiendo aún más, vaya que sí. La mayoría de ellos vive con el mensaje más importante de su vida ahogado en la garganta, a veces incluso sin saber cuál es y en eterna búsqueda, aun con la certeza de estar revolviendo en lugares inadecuados para encontrarlo.

Me he pegado a él. Le he seguido hasta su casa y he constatado que no me equivocaba: es escritor. Es de esos.

Por encima del hombro suyo, he cotilleado lo que escupe a través de sus manos. Sabiendo que no podía oírme, le dije que me recordaba vagamente a Albert Camus, y de pronto, en aquel mismo momento, se levantó y agarró “El Verano” de la destartalada estantería en su salón. Increíble, ¿verdad? Me pregunté si un ser humano corpóreo podía inspirarse así, con la palabra que no oye, con la palabra que no pasa por los canales habituales del entendimiento. Me resultó lógico, puesto que las cloacas profundas del alma tampoco son los caminos cotidianos de salida para el verbo. Así que aquí estoy. 

Sigo a su lado. Me he propuesto ayudarle. Cuando visita una librería moderna, le pincho para que se fije en los mágicos detalles: en una persona, en un adorno, en una palabra, en un cruce de miradas aparentemente ajeno por encima de los títulos en los estantes. Él es tan agradecido que de inmediato vuelca hacia dentro mil palabras silenciosas en respuesta, y de pronto le arden las puntas de los dedos. Noto que está más feliz desde que estoy con él, y no lo digo por echarme flores sino porque me estoy dando cuenta de que, quizás, todos necesitamos ayuda sin saberlo… Y yo necesito ayudar, porque sé cómo se siente uno al morir sin haber llegado a enviar el mensaje más importante de su vida.

Autor: Reyes

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Reyes

12 comentarios en “Mensaje enviado”

  1. Yo si creo que en toda librería existe ese ambiente de almas perdidas, enganchadas a los libros que una vez se leyeron o escribieron. Sobre todo en las librerías de viejo, me apasionan esos libreros que buscan, venden y revenden y en un mundo digital consiguen vivir de ello. Este librero tuyo, Angel de la guarda y muso aficionado es buena compañía para un escritor.

  2. Entro a menudo en esta página, sin estar registrado como integrante de la misma. Y, por fin, encuentro un texto que ha llamado mi atención, y como no podía ser de otra manera, es de la gran escritora Reyes.
    Saludos

      1. Borraste mi comentario, Nacho, pero lo has puesto de nuevo. Un súbito arrepentimiento. Entro a menudo en Literanoico porque… la verdad es que no lo sé, quizá sea por rememorar que la mayoría de los integrantes de esta página estaban antes en el foro de Literatura y manteníamos un buen rollo, llama a esto una tontería si quieres. Si has pretendido molestarme con eso de «dice mucho de mi criterio», no lo has conseguido. El «Mensaje enviado» de Reyes, me llamó la atención por lo bien escrito y por la originalidad de su contenido, pero eso no quiere decir que desprecie los demás escritos.

  3. Hola Antonio, no suelo actuar sin pensar, así no tengo que arrepentirme luego. Yo no borro los comentarios a no ser que sean de mal gusto, puedan molestar a otras personas o se trate de publicidad o spam. Si no aparecía tu comentario es simplemente porque los comentarios están moderados y solo aparecen los de los usuarios registrados o los que ya hayan hecho un comentario anterior y ese comentario haya sido aprobado. Al entrar como visitante no registrado tu comentario no se ha publicado hasta que un administrador lo aprobó como ha sido el caso. Tampoco es mi intención molestar a nadie, solo constatar que en tu comentario literalmente dices «Y, por fin, encuentro un texto que ha llamado mi atención» que da a entender que hasta ahora nada de lo que has leído merecía la pena a tu entender y deja claro cuales son tus preferencias y gustos literarios. Por otro lado no veo ningún problema en que entres, leas y comentes cuando y cómo tu quieras, ese es el objetivo de este sitio.

  4. Literanoicos no es un foro, por tanto, todo lo de aquí que no sea para comentar cosas de aquí (vale redundancia), no ha lugar. Pero, Nacho, no terviveces mis palabras. Dije literalmente: «pero eso no quiere decir que desprecie los demás escritos», y no lo que tú dices: «que hasta ahora nada de lo que has leído merecía la pena a tu entender». Parece lo mismo, pero no lo es. Lo que interpreto que expresas con esas palabras que me asignas suena a despectivo. Al igual que tú dices que no actúas sin pensar, a mí me gusta, en todo, dejar las cosas claras, no vaya a ser que algún escritor de tu LIteranoicos me vea como un suficiente en esto de la escritura, cuando en realidad soy un simple aficionado a la escritura (sin falsa modestia). Que vaya «parriba» Literanoicos es mi deseo.

    1. Lo escrito, escrito está Antonio. Por otro lado Literanoicos es muchas cosas, entre ellas UN FORO (puedes acceder desde el menú superior y desde otros puntos de la web), es un sitio libre y hay lugar para hablar de todo siempre que no se ofenda, tanto en la sección de el FORO cómo en cualquier sitio que esté permitido comentar y participar. Nadie pone puertas al campo aquí Antonio, no las pongas tu.

  5. Os mando un abrazo a los dos, solo puedo decir que agradezco cada lectura…
    Nacho, sí, ese ambiente de libro viejo es hogareño y excitante a la vez, verdad? Da como a pensar en espíritus sueltos, quienes también serían los personajes de los libros, o los autores, por qué no el librero. Sabes que después de haber escrito el relato me llegó a mi cabeza que el hijo no estaba en la cafetería…? Quizá desarrolle eso un poquito más ahora que me vienen días libres, para que todo tenga más sentido. Muchas gracias por todo, aquí somos musos unos de otros, verdad?

    Antonio, qué sorpresa leerte! Muchas gracias por leer el relato y por comentarlo, entiendo que te conmovió, <3 gracias por tus palabras. Tuve que comprar un móvil hace tiempo y se me fueron los contactos a la M porque los tenía guardados en la memoria del teléfono antiguo. Espero que estés bien y escribiendo mucho. Yo ahora estoy de vuelta al trabajo, en la unidad de cuidados paliativos de Cruz Roja, y es bastante intenso así que estoy escribiendo mucho pero "sin manos", jejeeejej. De hecho me he despertado hace poquito xq estoy de guardia de noche esta semana. Entiendo que si estás viniendo a leer es porque los contenidos te gustan… eso me alegra porque en términos creativos todo se expande a mejor.

    Un beso fuerte y un abrazo a los dos.

    1. Hola, Alex! Muchas gracias!!
      De dónde salen? Pues… esta, de intentar entrar bajo la piel de los que «se quedan»… quizá una forma de desahogar porque es inevitable en el trabajo eso, no sé qué hacer con ese sentimiento y se queda mucho tiempo conmigo. Ahora voy a trabajar por la tarde y hay alguien muy joven que se está apagando, con toda su familia a su lado. Duele demasiado y me enfado conmigo porque siento que yo no soy nadie para sentirse así… solo he estado 15 días con ella y la he visto sonreír, he visto la persona que es y ya la quiero, así que lo que siente su familia ha de ser inconmensurable. Supongo que la forma que ha tenido mi mente es restaurar que más allá de la muerte física el librero de mi historia se quedó y se siente bien de alguna manera.
      Besos!

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