Desarrollé con el tiempo una parte en mí capaz de sostenerme, de amarme como nunca nadie lo había hecho, pasara lo que pasara. No fue fácil. Al principio, «algo» empujaba a esa parte al vacío una y otra vez, y ahí aparecía de nuevo el viento helado hasta los huesos, el frío de agosto y la tristeza sólida, compacta en la noche a través del cristal de la puerta mal cerrada de una cafetería. Pero, aunque en los inicios la voz de aquella pequeña cosa era casi inaudible, quise creer en ella. Quise prestarle atención. A pesar de sentirse como algo muy pequeño, menor que una semilla de pensamiento gigante dentro de mí (¿las has visto? ¡Son muy pequeñas!), era capaz de hablar. Me decía que «era». Que estaba ahí. Dispuesta a caminar delante y detrás de mí al mismo tiempo y rodeándome, como si fuera multidimensional. No quería defenderme, sino enfrentar el mundo a mi lado. De la mejor manera.
Las canciones de amor cambiaron para siempre de perspectiva y de significado. Qué diferentes se sentían, y que ciertas, si yo pensaba que era una parte de mí mismo la que me las cantaba. Ya no necesitaba la figura del amante ideal meciéndome en su abrazo invencible, porque lo tenía. Y no era un amante ajeno ni extraño.
Desarrollé con el tiempo una parte en mí capaz de amarme, de abrazarme, o eso creía. Estaba equivocado desde el inicio. Esa parte era yo. Soy yo. Pero no «yo» el personaje que juega aquí, en la pantalla del videojuego 3D y llama «realidad» a la ficción. Lo que al inicio llamé parte es en verdad Todo, todo de mí; es lo único, es todo mi ser.
Soy yo, como ser pleno, quien abraza al pequeño «yo» personaje, al muñequito con miedo e inconsciente de mí, a ese que apenas oye por encima del ruido pero es el único que tiene cuerpo, el que es visible en un espejo. Estoy con él siempre, en la lluvia, en el sol, en el desierto, en todas partes… yo, lo único, soy quien enfrenta el mundo con ese que siempre confundí conmigo. Y mi corazón tiene la fuerza del universo en cada pulso, por eso tengo plena certeza de que todo lo puede.
No compito. No lucho. Eso lo hace él, el personaje que llamo «yo» y que tú llamas «tú». Realmente sólo sostengo a un pequeño cuerpo mientras experimento cada experiencia en la tierra, la vida, la magia a través de él.
Autor: Reyes
Un punto de vista diferente.
Muchas gracias Aïda por leerme <3
Ese «algo» es una parte de nosotros que permitimos que nos haga daño. Ese «yo» es algo que todos deberíamos tener. Todos deberíamos tener ese «yo» capaz de amarnos a nosotros mismos.
Excelente concepto Reyes. Siempre sacando el pincel y dibujando realidades.
Muchas gracias, Alex. Sí… es una conquista lo de amarse a uno mismo y pasar por encima de toda la batería de creencias que nos hacen daño… Al final todo está en nosotros. Siempre sentí que esta canción la cantaba «alguien» que tenía el manual de instrucciones del universo xd
Gracias por leerme.