La sombra de Peter

Di que te gusta
Tiempo de lectura:5 Minutos, 26 Segundos

(Este relato es una posible versión del hombre indeseable de Diorama <3. Gracias por toda la inspiración. El nombre que he usado para el personaje femenino desde luego puede cambiarse).

Nunca le dije a Paula que me salvó la vida. Debería ser honesto, al menos lo bastante como para decírselo. Ella me salvó de forma somera y a momentos, exactamente como ocurren las salvaciones verdaderas, las fugaces cuya estela permanece por el resto de la vida. Durante la última llamada (larga), su risa fue el sol.

Debería decirle esto, a veces lo pienso. Sin importar si consigo hacerme entender o no. Pero luego le doy otra vuelta y decido no buscarla, al comprender que, de poder rescatar su número, sólo le diría mi verdad por desahogarme y quedarme tranquilo, chapurreada en un idioma extraño y por puro egoísmo. En qué le iban a enriquecer ella mis balbuceos sobre estrellas infinitas; igual me miraría con un resplandor interrogante en sus ojos de xilópalo y me preguntaría si me apetece que vayamos juntos a follar al planetario. Y eso sería estupendo, porque el caso es que me siento más cómodo hablando de fugacidad estelar que de «amor», o mejor, hablando de nada. Ya no creo en muchas cosas que antes sí creía, y no sé en qué cosas ella cree.

«Enamorarse», esa palabra me revuelve las tripas, por ejemplo. Enamorarse no es lo mismo que amar, y amar no es lo mismo que amor. Esto lo he sentido siempre. Para mí, la palabra amar es la única de estas tres que encierra una mínima verdad. De exteriorizar esta idea, seguramente me tomarían por predicador trasnochado (cosa que me la iba a sudar), pero lo curioso es que lo he sentido así no con la edad, sino desde muy pequeño. A medida que me han pasado los años lo he ido recordando; he crecido hacia atrás, y qué alivio. Siento un profundo desprecio reactivo, sin embargo, hacia el presunto romance y todo «lo que tiene que ser». Hace años me causaba angustia no saber qué se esperaba de mí, pero ya no. 

En el fondo me gustaría hablarle a Paula de todo esto, pero, ¿cómo? Estas cosas sólo se las cuento a un amigo llamado HP, que no son las siglas de «Hijo puta» sino la marca de mi ordenador portátil, porque escribo en él. Creo que lo que hay en este ordenador cochambroso es lo más real que soy; todo lo demás es fachada. Pero no drama. Fachadas, máscaras; el que vaya por la vida sin careta y sobreviva que tire la primera piedra.

Hoy estoy especialmente revuelto a una hora absurda porque ayer me pasó algo extraño. Salía de un congreso sobre el VIH al que acababa de asistir con otros compañeros del hospital —porque a partir de ahora Marisa y yo llevaremos la consulta de VIH—; sentía la cabeza embotada ya que habían sido más de cuatro horas de ponencias una detrás de otra, con descansos demasiado cortos entre ellas, aparte de estar bastante sonao’ porque las multitudes no son lo mío. Tanto es así que, cuando salimos del edificio y vi que ya había anochecido, me pregunté absurdamente dónde estaba y qué hacía ahí, quién era la persona que caminaba en mis zapatos junto a Marisa Aguinaga y Pedro Maganto, los compañeros del departamento de medicina interna y de urgencias respectivamente. Fue Pedro quien me advirtió de que me estaba sonando el teléfono; en realidad sólo dijo: «Gran banda» en su tono despectivo-militariano (pero de buen tío) habitual, refiriéndose a Dire Straits, porque «Sultans of Swing» es el tono de llamada de mi móvil.

No reconocí el número en la pantalla. Pensé que sería spam, pero a saber por qué sentí que debía (que quería) cogerlo. Noté un ligero temblor eléctrico en las puntas de los dedos cuando pulsé para responder, y de alguna forma se paró el mundo en ese instante aunque yo no dejé de caminar. Contesté como un autómata: lo que era yo en ese momento. Y se me agarrotaron las pelotas en el cuello, en un espasmo no del todo desagradable, cuando de repente creí reconocer su voz. 

Pero no. No podía ser. No podía ser Paula. 

Qué haría ella llamándome a mí, acaso para rememorar las risas compartidas hace demasiado tiempo, como si yo la hubiera invocado por telepatía. Qué chorrada. Canto de sirena camuflado contra el bullicio nocturno de Madrid.

«¿Sabes quién soy?», había preguntado la persona al otro lado. En aquel momento, Maganto me asestó brutal codazo de alerta porque pasábamos junto a un mimo callejero que era digno de ver.

 «No», respondí por mero reflejo. Ella contestó algo rápido y colgó. Algo demasiado rápido como para yo lamentar haber perdido su hilo, porque de ninguna manera podía estar seguro de nada. El teléfono estaba frío cuando lo volví a guardar, y sin embargo mi cabeza echaba humo.

«No. No puede ser ella», me dije una vez y otra, y otra, mientras pasaba de largo al mimo y entrábamos en el restaurante donde íbamos a cenar. «Ya. Pero y si sí». Y si Paula se había atrevido a salir de aquel reducto donde hace meses fuimos el uno al encuentro del otro como dos desconocidos totales. Y si ella se había, por algún motivo, acordado de mí.

De pronto me asaltó una duda punzante que me devoró en segundos como un hambriento T-rex: ¿y si Paula pensaba ahora que yo no la recordaba ya?

—Ahora vuelvo —les dije a mis compañeros, levantándome de la silla para encaminarme hacia el baño. Simplemente necesitaba estar solo y encerrado para mandar aquel mensaje; encerrado y solo, igual que cuando la conocí, cosa que me encargaré de que ella no sepa nunca.

Aún tenía el número anónimo en la lista de llamadas. 

«Disculpa, ¿eres Paula?» escribí. Al cuerno; si no era, qué podía pasar. «Ya tengo wi-fi en la cárcel», añadí, sin poder resistirme a citar una broma privada, y empecé a reírme como un idiota mientras añadía un emoticono de un mono y le daba a intro para enviar. No quise hacerme mucho caso, pero sentí como si de pronto volviera a tener cinco años y recién acabara de echar al buzón la carta a los Reyes Magos de Oriente.

De momento todo está en calma menos yo. Siento que encajé las piezas de a saber qué puzzle, y en la pantalla no hay respuesta.

Autor: Reyes

Sobre el autor

Reyes

2 comentarios en “La sombra de Peter”

  1. Antes de nada, que maravilla de cancion!! no la conocia REyes, mil gracias, me la quedo como preferida, que preciosidad de letra, de música, de voz y de todo. Despues miro todo esto.. que voy romando minutos la tiempo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *