El intocable

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Soy ese cuya presencia no notas pero aceptas. El que te viene hablando desde que estabas en el vientre de tu madre aunque no lo recuerdes. El que muestra, a todos salvo a ti, la muerte escondida en el as de corazones que llevo en la manga.

Soy el que se esconde tras los ojos de pez muerto en el espejo, el que llovizna la mirada tuya que alguien fotografió. El que no necesita un nombre y encandila desde dentro, en su lugar oscuro, sin tener que salir de su madriguera ilocalizable. No me hace falta ser visto, sólo con escucharme entre dos líneas les basta.

Soy el que envía mensajes desde mi propia sangre a la sangre de cualquiera. El experto asesino y el suicida recurrente que todos han visto antes que tú. Te has matado tantas veces que ya ni te acuerdas, y sin embargo yo recuerdo cada vez que agonizaste.

Soy el que se acerca a las pistolas, precisamente por saber que tú las odias con motivo (¿y qué insensato no lo tendría?). Soy el que elige cuidar el jardín salvaje y hostil entre paréntesis. Soy el que explora todo lo que temes, el que no siente rechazo por lo que no entiendes, el que quiere entender o incluso amar sin comprender nada.

Soy el que se da cuenta del veneno en la leche con azúcar pero ya no te advierte. El que encuentra entrañable a la vieja bruja y la compadece por su inocencia. El nómada feliz que no sale de su casa. ¿Quién es el que vive y quién es el que sueña de los dos? Yo soy el que crea cuando te destruyes.

Soy el único que sabe que ambos somos un pez bajo el agua, incapaz de comprender qué está ocurriendo realmente cuando llueve sobre el lago.

Soy el que más te conoce. El que te reconoce en cada muesca de tu mesilla, el que más sabe de ti… y, cuando te susurro al oído en presencia de otros, soy más tú que nadie.

(Narración experimental: dejando hablar al «gemelo». Gracias, Diodama).


Desdoble y cambio de destinatario:

¿Conoces a mi hermano? Yo soy el otro. El que le viene hablando desde que compartíamos vientre materno aunque él no lo recuerda. ¿Has visto su fotografía? Soy yo el que le llovizna la mirada, el que se esconde tras los ojos de pez muerto al otro lado del espejo. No necesito ser llamado por un nombre y puedo hablarte desde aquí. No me hace falta que me veas; sólo con palabras nos basta.

Soy el que envía mensajes desde mi sangre a la sangre de cualquiera. El experto asesino que vive dentro del suicida recurrente. Mi hermano se ha matado tantas veces que ya no se acuerda, sin embargo yo recuerdo cada silencio agonizante.

Soy el que le alienta a que coja el arma. El jardinero hostil de la flora urbana espontánea y del cardo salvaje. Soy el explorador y el repugnante niño que ama sin comprender.

A todos salvo a mi hermano les advierto del veneno en la leche con azúcar; encuentro entrañable a la vieja bruja devoradora de infantes, y creo en ella por creer y por crear.

Nunca me has visto, pero me conoces, aunque la cuestión es si en mí te has reconocido alguna vez. Soy el gran mentiroso que no sabe nada de ti, y en el error encuentra los lugares verdaderos donde ambos transitamos.

Si te estoy hablando ahora es porque tal vez tú me gustes, y yo siempre tengo un plan.

Autor: Reyes

Sobre el autor

Reyes

3 comentarios en “El intocable”

  1. La pesadilla del Géminis,.encontrarse, conocerse, soportarse y no ser capaz de ser solo sin ser dos. Todos tenemos un Gollum y un Smeagol y todos somos los dos aunque ocultemos uno a los demás. Un interesante ejercicio Reyes,.está nueva sección donde airear nuestros monstruos promete.

  2. Ser uno y ser el otro,… ser en ti sin ser en mí, o más bien siendo en ti y en mí a un tiempo,… enigmas de la vida observada desde un adentro que no llega a estarlo, sino en un afuera como espejo que vislumbra mi propio revés mas percibiendo en ello al otro, al que no soy pero pudiera ser, ya que ambos convivimos en la esencia de lo que fuimos, en esa matriz que nos albergó en la abstracción del espacio-tiempo, donde somos según sea el observador que nos contemple, el ensayo que nos genere y envuelva, transitando en ese oasis de quimeras más allá del espejismo que la pluma dibujara en el lienzo de la existencia trazada por un error salvaje de la emoción que brota desbocada por no saberse contener en los cauces de la razón y clama por los raíles del desconcierto.

    Disculpa, Reyes, por el desvarío que no he sabido controlar pero que clamaba por tomar vida expresa.
    Angel

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