Veo la blanca piedra y el vacío me envuelve. Frente a mi desfilan varias personas diciendo palabras de consuelo y dolor, pero no me llegan, solo me llega tu silencio. Cada palada de tierra chocando con la madera aleja de mi tu magia y acrecienta mi mediocridad. Me doy cuenta, ahora que no estás, de lo que he sido gracias a ti, a tus palabras de aliento en la sombra, a tus consejos camuflados en opiniones intrascendentes que siempre mejoraban mi obra. Esta mañana he preparado desayuno para los dos aún a sabiendas de que no estarías allí para tomarlo. Permanece en la mesa, el suave bizcocho se endurecerá y el zumo se amargará y enmohecerá. Transmutarán, cómo tu cuerpo bajo la fría tierra, de algo fresco y delicioso en esencia de muerte y podredumbre. Puede que alguien, algún día, se apiade de mi y se atreva a tirarlo a la basura sabiendo que yo no seré capaz.
Anoche tomé al azar alguno de mis libros, esos en los que figura mi fotografía y que se venden a miles en los centros comerciales y leí. Cualquier párrafo que leía tenía tu firma. Si, yo lo escribí. Yo puse unas palabras que significaban algo y formaban una historia, pero cuando tu lo leíste y me hablaste, esas palabras, esa historia, mejoró. Ya no era mi historia, era algo con sentido, con alma, era tu historia. ¿Dónde voy a encontrar el alma para mis historias ahora?.
Encontré tus relatos escondidos como ratoncillos asustados en el armario bajo tu ropa. Oliendo a tu perfume. Los he leído. Pasé toda la noche leyéndolos. Disfrutando cada palabra, cada frase, cada personaje. ¿Por qué no he sabido antes de su existencia? Entiendo que simplemente porque no me he preocupado, porque no he preguntado, porque el escritor era yo y no tu. Sin embargo todos y cada uno son mejor que cualquier cosa que yo haya escrito o que mi ingenio pueda ser capaz de crear. ¿Escondiste tu superpoder para no dañar mi ego? ¿Te ocultaste en las tareas de casa para que el hombre pavoneara sus mediocres y rancios escritos por las ferias firmando papel mojado?.
Dejaste en tu armario todos tus tesoros. Sería tan fácil usarlos. Es tan fácil. Tu no estás ya para impedirlo, no puedes seguir escondiendo tus historias perfumadas en el fondo del armario. Hablaremos de ello más adelante, vendré aquí y hablaremos, vendré a buscar tu magia esperando que pintes de colores el blanco y negro que te traiga. Vendré y te contaré sobre tus historias. Las metí en sobres, treinta y dos sobres marrones que dejé de nuevo bajo tu ropa en el armario. Mañana enviaré el primero a la editorial. Un sobre con una historia que no podrán ignorar, una historia que encumbrará al autor. Fama y reconocimiento. Iré enviándolos todos. Ignoro si es ético o no, pero es lo que voy ha hacer, enviar ese sobre marrón con tu relato dentro, tu foto y tu nombre.
Autor: Ignacio Chavarría
He sentido muchísima tristeza porque esa mujer ya no está…
Entiendo tanto a su compañero.
Pero el caso es que ella sí que está viva aun en esos relatos suyos que él va a enviar… seguro para él apropiarse de ellos sería lo más fácil, como dice, pero también sería como matarla otra vez aparte de traicionarla.
Me ha encantado.
Gracias Reyes, si, es una lástima que muchas veces la mujer tenga que desaparecer realmente para que alguien se de cuenta de lo que realmente era. Gracias que eso está cambiando.