
Lo aceptó como resolución única e irreversible. Por lo tanto ni siquiera dudó un instante, el mes otorgado ya había comenzado, era una carrera contra el tiempo, su tiempo.
Salió.
La calle golpeó sus instintos, el bullicio lo situó frente a la realidad.
Ya no era el mismo que recibió el mensaje.
Se convirtió en un emisario, tenía una meta que cumplir, un esclavo del reloj, nunca había actuado presionado de tal manera.
Reaccionó como un autómata, aquella era la sensación, desconocía al que había ocupado su cuerpo.
Se sintió avasallado, no atinó a gritar, inclusive la voz rehusó elevar el volumen.
Algo indescriptible ocurría dentro de su mente, eran dos fuerzas antagónicas en una lucha por sobreponerse entre ellas.
Intentó recapacitar, analizar el mensaje recibido y la meta a conseguir, resultó imposible.
La primera semana visitó tres personas en tres ciudades diferentes.
La semana siguiente viajó al extranjero, entrevistó a dos profesionales expertos en el campo de su especialidad, psiquiatría.
La tercera semana la ocupó en recorrer las costas de su país soñado.
Los últimos días de la semana cuarta, los pasó en una cabaña alquilada junto al lago donde transcurrió su infancia.
En su lápida, grabaron una corta frase:
–Nació por equivocación,
vivió sin quererlo,
y murió cumpliendo su misión—
Autor: Beto Brom

Sobre el autor
Beto Brom

Author: Beto Brom
Nacido en Bahía Blanca, Argentina, en el verano del 43, de madre enterriana y padre bahiense. Ya años radicado en un rinconcito de la histórica Galilea, en la milenaria Israel, junto a su cordobesita, tres hijos y nueras, 9 nietos y una bisnieta. Aprecia los animales y día a día en sus caminatas matinales, goza de los regalos de la madre natura. Publica sus "garabatos" en varios portales literarios a lo largo y ancho de la Web, y comenta publicaciones de sus colegas de la pluma. Brega y lucha con su pluma por el Shalom (Paz) en el mundo.
Cuando el tiempo se acaba el reloj corre más. ¿O somo nosotros los que corremos tras el tiempo que se va?