—Lo único que quiero es morirme.
Las palabras se desprendieron de mí tan fáciles que tuve que hacer silencio y pensar en lo que había dicho. Pensé que sería más difícil, pensé que no sería capaz de decirlo, pensé que al decirlo en voz alta perdería el sentido, pensé que, pensé que… dos palabras que podría completar con tantas frases que necesitaría un libro de 1500 páginas al día. Esperé una respuesta… esperé una pregunta. ¿qué se le dice a alguien en ese caso? ¿Cómo continúas en la conversación? yo no quería decir más nada y el silencio me llenó hasta el dedo más pequeño del pie.
Siempre pensé que no servía de nada decir, aceptar lo que pensaba, lo que quería. Me quedé, como un paracaidista en caída libre, acostado en el aire y con una hermosa vista hacia todos lados. No lo podía explicar, de nada servía. ¿Cómo explicas lo que acabas de hacer una verdad al decirlo en voz alta? Tendría que enumerar cada cosa que vale la pena y descartarla, lo había hecho en mi mente, pero es algo irónico. En mi cabeza sueño que hablo, y que hablo mucho, que digo cosas que, de lo contrario, no sería capaz de decir. Pero cuando las luces se prenden y el reflector me está mirando, toda esa práctica innecesaria de lo que diré, se va al caño. Como cada cosa que he intentado antes…
Por eso escapo de decir las cosas en voz alta, porque tienes que darle sentido, aunque no lo tenga, no lo merezca, no sea parte del todo o del nada. Porque no tienes el cuidado y el detalle de, bueno, coma, puntos suspensivos… no, no puedes borrarlo y volverlo a escribir. Algo muy curioso pasa, y pasa siempre, con todo y con todos, que lo que decimos lo olvidamos con facilidad y no sabemos quién recordará qué. Porque un día mi mamá me dijo que la vida era para las personas que se atrevían, pero nunca actuó de esa manera, quedó como una farsante ante mí, ella no lo recuerda, ni siquiera sabe que lo que dijo hace muchos años todavía lo recuerdo, pero en vez de volverse algo positivo, como estoy seguro trató de transmitirme, lo convertí, no, lo transformé, no… la palabra correcta es lo volví, como muchas cosas que vuelvo yo, en un pensamiento negativo.
Pienso mucho y escribo poco de lo pienso, porque, bueno ya lo he dicho antes, pienso que no soy interesante y nadie querría leer algo a lo cual ni yo le tengo amor ni aprecio, así soy yo. Busco en cada rincón de mi alma, si es que se puede llamar a mi cabeza de esa forma, algo que pueda dejar de darle sentido a todo. Nada tiene sentido, y todo lo debería tener… pero ¿cómo haces para levantarte cada mañana? ¿qué te motiva? ¿por qué demonios te atormentas con esa maldita pregunta? ¿qué caso tiene preguntarte una y otra vez para llegar a la misma respuesta? ¿necesitas un descanso? ¿darte un momento y pensar en lo que estás escribiendo? deternerte y arreglar ese punto aparte y esas comillas que no incluíste… no, puedes hacerlo, sólo déjalo salir, que si no puedes decirlo en voz alta, al menos trata de escribirlo.
La vida tiene el sentido que queremos darle. Mi único propósito en la vida es encontrar un propósito en la vida. Estoy cansado de no encontrarlo y a veces me pasa lo que me pasó el lunes. A veces, sólo me quiero tirar en la cama, dormir y dormir. Dejar que todo pase QUE NADA IMPORTE, pero no soy capaz. tengo miedo. Tengo miedo de no poder, de no ser suficiente, porque siento que no lo soy, aunque quiero serlo… pero no me atrevo a decir esas cosas en voz alta, no lo haría, no. No puedo, no. Nooooo. Pero en cambio lo hago, soy ese tipo de persona que no quiere darse por vencido, aunque lo haga. Que no quiere tomar el bus de la mañana, pero lo hace. No por costumbre, no creo en eso, si por la costumbre fuera… yo no estaría aquí. Pero lo que quiero, lo que en realidad necesito es expresarme, quitarme estas feas cadenas que no dejan y que me hacen querer quedarme atornillado en la cama. No quiero sentirme así, pero lo hago. No quiero fallar, no quiero ser humano. Pero me da miedo cuando pienso en mi existencia, me llena de terror pensar que todo algún día será oscuro. Que no hay dios, ni infierno, ni cielo, ni buda. Quisiera creer que algo existe, pero sé, en el fondo, que todos elegimos creer la mentira que más nos convenga, por eso no. No puedo creer en algo que el método científico no me deje confirmar. No creo en dios porque no existe, pero quiero creer que sí hay algo en vez de esa negrura que me roba el sueño.
Por eso cuando querías que siguiera hablando no pude hacerlo. No después de decir eso que pensé que no diría y no quería, pero sí quería decir. Porque me duele en las manos y en la punta de los dedos decirlo, admitirlo.
No, no hay manera de cambiarlo a menos que yo quiera cambiarlo. Pero sí quiero. Si quiero cambiar. Sí quiero dejar de tener estos pensamientos, que me abandonen. No los extrañaría.
No puedo evitar, dejar de pensar. No puedo, no quiero. No puedo explicarme, no puedo, no quiero. No quiero morir, pero eso será inevitable y me atormenta. Y cada vez que pasa algo, como lo que pasó, como cuando la muerte nos recuerda que está por ahí, me desequilibra.
Debería hablarlo, pero ¿cómo dices algo que se te atora en la garganta como si fuera alambra de púas? Duele, duele hablarlo y no quieres ni te admites el dolor, porque no puedes vivir en dolor. NADIE QUIERE VIVIR CON EL DOLOR, todos queremos escapar de él. Por eso me refugio en otras cosas, cosas que no me hacen tanto mal. Lo hago y lo repito y vuelve hasta que ya no puedo más…
Ahora que lo escribí me arrepiento de haberlo hecho, mejor lo guardo y lo envío antes que lo que siempre me ha ganado, me gane. Las ganas de no hacer nada.
Autor: Alex Pallares
Compañero, siento que cada vez que publicas estás haciendo un ejercicio creativo tremendo fuera de la zona segura de confort. Atreverse es admirable. Lo haces muy bien (por si acaso dudases).
Gracias por compartirlo.