Ver a Juanma en la televisión despertó en mi un sentimiento patrio que no sabía que tenía y me rebelé. Joder, al fin y al cabo los pescados habían venido a hablar conmigo y ahora ahí estaba El Juanma, el animal descerebrado, como jefe supremo borrego de todos los habitantes de la tierra. No podía permitirlo, más que nada porque yo ya sabía que el siguiente paso de los pescados era la exterminación o esclavitud de la raza humana y yo tenía todavía muchas cosas por hacer, no he tenido un hijo ni escrito un libro pero necesitaba urgentemente plantar un pino porque mi estomago empezaba a rechazar la bebida esa asquerosa con sabor a todaslascosas.
Una vez aligerado fui a casa de Paco. Necesitaba un equipo y un plan. Encontré la puerta abierta cómo siempre, dentro el ambiente era denso, una humareda con olor a jungla tropical y «Smells Like Teen Spirit» de Nirvana a todo trapo. Encontré a Paco tumbado en el sofá con la mirada perdida en el techo, la mesita baja daba muestras de una noche dura, un par de pipas, una bolsa llena de pirulas, botellas de cerveza vacías por todos lados y un montón de colillas de billetes de metro requemadas rodeando un cenicero vacío. Sabía por experiencia que Paco tardaría un poco en volver del país de las maravillas así que me abrí una cerveza y me preparé un trocolo de cuatro papeles con los restos que había por la mesa para acompañarle.
Cuando Paco y yo estuvimos en condiciones de hablar lo primero fue la intendencia. Nos hicimos un par de bocatas de media barra con mortadela caducada que era lo único que había en la nevera y le conté todo. La verdad es que, habituado cómo estaba Paco a lo absurdo y teniendo en cuenta que ya no distinguía la realidad de sus viajes con María, se lo tomó con toda naturalidad. No entendía muy bien por que debíamos hacer nada, ¿Qué más daba que el mundo fuera dirigido por pescados galácticos o por Elon Musk y sus secuaces? -Pues por el orgullo patrio, porque somo humanos y para nosotros el pescado debe estar en el congelador o en un espeto en las playas de valencia- le dije y él lo encontró totalmente lógico.
Empezamos a trazar nuestro plan. Seguramente llegar hasta Juanma sería difícil, ese es el primer punto que habría que resolver. Despues, si conseguíamos pasar este punto totalmente imposible de superar, tendríamos que afrontar el segundo problema; ¿Qué hacemos si llegamos hasta él?. Ese segundo escollo es totalmente fundamental y va unido al tercer y último problema. ¿Qué pasa con los pescados y su super-tecnología asesina avanzada?, ¿Cómo evitar que creen otro Juanma en caso que superemos los dos primeros problemas?
En este punto a Paco ya le dolía la cabeza de tanto planificar y pidió un descanso. Unas cuantas cervezas y petardos de aceite marroquí despues decidimos que ya estaba todo solucionado y teníamos un plan. Ir al Centro del poder, reventar a Juanma y mandar a los pescados a tomar por culo. Así que, con los deberes hechos, nos pusimos en marcha.
De camino al Centro de poder reclutamos a mi vecino, el abuelo que solo habla de la guerra, por dos razones; que siempre está bien tener en el equipo alguien con experiencia militar y segundo y más importante, porque tiene una furgoneta de puta madre. Cuando le contamos el plan se ilusionó de inmediato, se visitó de militar con sus polainas y todo, se despidió de su mujer con un beso que daba envidia y nos pusimos en marcha de nuevo. La furgo tenía un equipo de música brutal, y Paco que es muy detallista metió una cassette que siempre tiene a mano. Con Kurt Cobain a grito pelao avanzamos hacia la victoria.
La furgo del abuelo no tiene GPS, tan solo un mapa de la Guía Michelin lleno de manchas de café. Pero eso no nos pararía, me armé de paciencia y siguiendo las líneas rojas y verdes guie al abuelo hasta nuestro destino. Tardamos un poco en llegar y fue principalmente preguntando, porque la Guía Michelín estaba un poco caducada y la mitad de las carreteras por las que circulábamos no existían en el papel. Aparte de eso no marcaba de ninguna forma donde estaba el Centro de Poder.
Cuando llegamos vimos que tampoco sería muy complicado superar el punto uno de nuestro plan. Los pescados habían puesto dispensadores gratis de su brebaje y solo encontramos gente en estado de embriaguez lamentable potando por todos lados. Entramos sin ningún tipo de problema, nadie preguntó quienes éramos ni a donde íbamos. Juanma estaba borracho perdido sentado en una especie de trono de plástico inflable con su bate pintarrajado con emblemas que dedujimos serían de la confederación de planetas invasores galácticos. El traje de animadora le quedaba bastante bien, estaba gracioso y nos dio cierta ternura, tampoco el pobre hombre tenía culpa de nada, estaba abducido. Decidimos darle una oportunidad y, en lugar de reventarle como marcaba nuestro plan, le atamos con unas bridas, le metimos dos globos para rellenar la tetera que estaba un poco deslucida y llena de pelambre, y le calzamos dos hostias para despertarlo. Volvió a la vida como el Juanma de siempre, cegándose en todo dios. Tomamos nota, dos buenas hostias son una antídoto que funciona perfectamente contra la abducción. Cuando vio su bate pintarrajeado y le contamos lo de los pescados se cabreó de verdad y se unió a nuestro ejército; lo que le molestó principalmente fue lo del bate, lo del disfraz de animadora y la peluca le pareció bien, un cambio de imagen aceptable a su parecer.
Ahora teníamos un arma contra los pescados y podíamos iniciar nuestra segunda parte del plan. Dejamos al abuelo de guardia en el trono porque le veíamos un tanto desorientado y no dejaba de decir que le habían robado su pistola y nos fuimos con Juanma hacia la nave de los invasores.
Con el planeta bajo control estaban descuidados, habían dejado la puerta de la nave abierta de par en par y se habían desecho de su disfraz de pescado asumiendo su aspecto original; una mezcla de Picachu y Doraemon de colores chillones y con un excesivo olor a mandarina. Estaban preparando su jugada final, yo tenía todavía los auriculares de medusa en el bolsillo, me los puse y pude escucharlo todo. El plan era maquiavélico y despiadado; estaban creando una nube de azúcar mezclada con su brebaje asqueroso, lo lanzarían a la estratosfera y se crearía una lluvia tóxica que dejaría KO a todo ser humano que tocara ya que el azúcar dejaría el pringue pegado a la piel y el mejunje sería absorbido creando una sobredosis letal en el susodicho individuo. Sus naves de conquista ya estaban repartidas por todo el mundo, preparadas para tomar posesión de su nuevo mundo una vez limpio de humanos, no tenían ningún problema por estar bajo la lluvia puesto que su organismo soportaría sin problema el pringue que para ellos sería como untarse con Cola Sin. Paco y yo nos miramos, tuvimos la misma idea y eso siempre era un buen augurio.
Dejamos a los alienígenas con su nube tóxica y fuimos a recolectar. Teníamos tiempo porque la hora planificada para la destrucción total eran las siete de la mañana del día siguiente. Manía de madrugar que hay siempre para hacer matanzas. Ya que vas a matar pues no hagas madrugar encima ¿no?.
Paco tenía localizadas las granjas de María de la zona. Las visitamos todas y preparamos nuestro propio mejunje, le echamos la bolsa de pirulas de Paco y toda la droga que pillamos por las farmacias en el camino incluidas unas cajas de pastillas azules que siempre vienen bien por si hay bajón con tanto THC. Dar el cambiazo a los pescados-pokemon fue lo más sencillo, para ser unos invasores tan experimentados eran tremendamente descuidados, habían sacado unas sombrillas y unas hamacas y estaban ahí tan relajados al sol sin preocuparse del proceso de su nube toxica. Lo que es la automatización total de la industria vamos. Vaciamos sus contenedores y los rellenamos con nuestro líquido reparador. Paco lloraba cuando nos fuimos, miraba atrás con el corazón encogido como padre que despide a su hijo en el tren cuando se va de Erasmus.
Nos alejamos, buscamos una loma desde la que ver el lanzamiento de la nube y nos abrimos unas cervezas. Pasamos la noche de charla a la lumbre de una hoguera como cuando éramos niños, Juanma la lio un poco cuando, a falta de madera, echó un neumático viejo al fuego, pero bueno, estábamos alegres y con el ánimo enardecido por la marcha exitosa de nuestro plan y no nos importó demasiado la negra humareda tóxica.
Las 7 de la mañana. Los Invasores eran implacables con el tiempo y la planificación como prusianos de casco picudo, según sonó la alarma en mi Casio de muñeca del techo de la nave surgió una trompetilla dorada que pedorreta a pedorreta empezó a expulsar la nube de Armagedón en volutas que levitaban hacia la estratosfera. El proceso llevó toda la mañana, poco a poco el cielo se vivió violeta y oscuro porque la nube impedía la llegada de la luz de sol. Cuando la oscuridad fue total los extraterrestres consultaron sus dispositivos y confirmaron que la nube cubría totalmente la esfera terrestre. Entonces la activaron. De la trompetilla salió un rayo hacia la nube y empezó a llover. La lluvia era espesa y pegajosa, Paco y Juanma se habían desnudado y bailaban enloquecidos dejando que la sustancia les cubriera el cuerpo. Viendo su alegría no pude menos que unirme a ellos.
Desperté con el calor del sol y la luz hiriéndome los ojos. Ni idea de los días o semanas que pasaron desde el ataque invasor, pero estaba todo tranquilo y ya casi no había restos de la lluvia pringosa. Yo no estaba muerto y Juanma y Paco roncaban apaciblemente sobre el prado. Me acerqué a la nave de los pescados-pokemon y me aseguré de que estaban muertos, nuestro invento les había convertido en una gelatina burbujeante asquerosa a la vista pero que seguía oliendo a mandarina; lo que me desconcertaba un poco.
Fui a casa a dar de comer a Ruff. Cuando llegué había hecho una especie de pacto con los gatos, entre todos habían entrado en casa y ya se habían servido el desayuno a base de Corn Flakes y galletas de crema de nata. Una cosa menos. Entonces recordé al abuelo que dejamos en la Casa del poder. Allí seguía, dormido en el trono inflable como un angelito. Con la invasión fallida había un vacío de poder a nivel global puesto que los pescados lo primero que hicieron fue lobotomizar a los líderes mundiales y andaban todos por ahí cómo pollos sin cabeza. Me pareció una idea genial que el abuelo de la guerra fuera nuestro líder mundial. Nadie mejor a mi entender, así que fui hasta la nave de los invasores de nuevo y lancé una orden mundial abductora aprovechando los últimos coletazos de la sumisión inducida y le imbuí de poderes absolutos. Ahora todo el mundo está en paz, el abuelo solo necesita su Sintrón y su pulsera de seguimiento para poder recuperarlo cuando sale a dar sus paseos desnudo por la ciudad. Juanma pudo restaura el aspecto de su bate y Paco y yo seguimos quedando los sábados para relajarnos con unas cervezas y unos trócolos de cuatro papeles.
Autor: Ignacio Chavarría