Supongo que no me van a creer cuando les cuente esto. A mí mismo me costaría creerlo si no lo hubiera vivido yo. Escribo y borro una y otra vez porque una sola línea ya parece traslucir los delirios de un loco, pero tengo que escribirlo, suene como suene. He recordado algo, y no quiero que ese algo se esfume como polvo de sueño.
He recordado algo, no todo, pero algo de lo que nos hacen. No me decían ni una palabra, pero recuerdo que me sentía habituado a su presencia: ya había estado con ellos muchas otras veces.
Recuerdo también estar muy tranquilo; la sensación de que nada de lo que me rodeaba era extraño. Y mi pleno consentimiento para que me hicieran cuanto quisieran, sin plantearme yo mismo oponer la más mínima resistencia. No me sentía amenazado ni sometido en ningún momento, lo que ahora me resulta escalofriante.
Es un recuerdo corto, pero suficiente. Hablaba con ellos en silencio, de forma somera, y quedamos en que al final no me iban a colocar los gusanos en esta ocasión. Los gusanos ya los he llevado antes; se ve que te los ponen, los dejan un tiempo y luego los quitan, no sé con qué fin. Llevarlos tiene ventajas para mí, pero por alguna razón yo no quería sentir los inconvenientes en esta etapa de mi vida presente. Para ciertas cosas -no sabría decir cuáles ahora mismo- los gusanos son un lastre muy molesto. Uno vive y no sabe qué es ese lastre, hasta que los ve y los recuerda.
Sé que si he recordado esto ha sido por un fallo de ellos. Porque me temo que están muy habituados también a trastear en nosotros, y ya ni se molestan en dormirnos para hacerlo. Somos cobayas y también testigos; qué más da, si luego vamos a olvidarlo todo.
Hay una especie de tejido, muy delicado pero fuerte, que protege la cotidianidad de uno, aquello que llamamos “vida normal” sin saber cuál es nuestra vida normal realmente. Por alguna razón, ese tejido se ha desgarrado en una milésima parte de su materia y yo ahora recuerdo, poco, pero lo bastante para no olvidar que creemos ser amos y sólo somos peones.
Ellos son sensatos y amables. No sé si les preocupará que alguien pueda recordar. Después de todo, si me diera por hablar, no sería yo el único loco contando por ahí que lleva toda la vida siendo abducido. No, no debe de preocuparles en demasía; de lo contrario tendrían más cuidado. Además yo no soy de los que hablan; tengo demasiado miedo a que me encierren, así que, por mi propio bien, lo más seguro es que vuelva a olvidar el deslumbramiento, las sensaciones, los gruesos gusanos… como si jamás hubiera experimentado estar en otro lugar que no fuera mi cama. Por mucho que ahora esté escribiendo esto por miedo a que se esfume la verdad.
Ahora no sé si el fundido en luz azul y blanca forma parte de la experiencia vivida, o es una contaminación fantasiosa por haber visto tantas películas y series de ciencia ficción. Todo es lejano y ajeno, un mero recuerdo, en absoluto orgánico.
Autor: Reyes
Será que los sueños son solo eso, sueños, aunque luego quede el recuerdo de los gusanos. 🙂
Gracias, Nacho!
Jose Mota siempre decía: «seguro es que no, PERO y si sí??» xDD
besos!