— Si se mueve, dispárale, Ayo.
Chidi, lastimaba a la mujer como Ekene hizo con mi Ma. Mi Baba era un hombre fuerte, él y Ma se llamaban por su nombre el uno al otro. Los nombres de mi Baba y mi Ma no los podía escuchar sin llorar. Recordaba mucho como gritaban cuando Ekene llegó a mi casa después que mi Baba me obligó a tirarme en el cagadero de la casa.
No vi qué pasó, pero sí lo oí.
Ahora lo escuchaba de nuevo.
Makena pasó a mi lado. Era el único al que le habían crecido los pelos de la cara. Todos seguíamos a Makena. Todos habíamos perdido a alguien a manos de Ekene y los demás. Por eso buscamos su casa.
Ekene reía como un mono loco.
Gritos y más gritos.
Chidi iba un poco más rápido, cansado. Me había dado su cosa que mata mientras lastimaba a la mujer de Ekene. reía como un mono loco, y la mujer lloraba. Makena revolvía las cosas de la casa, tiraba todo al suelo. Partía las paredes y los pisos. Yo me fui de ahí con la cosa que mata en las manos.
En la calle un hombre corrió hacia mí con un machete. Luego al verme de cerca salió corriendo. Una vez de espalda jalé el pedazo de palo que hace que suene fuerte. Caí en el piso de espalda y Makena salió. Me quedé ahí. Mi pecho ardía como el fuego. Sentía el pedazo de madera y metal en mis manos más pesado que nunca. Mis hombros me picaban.
— ¡Lo mataste, Ayo! ¡Eres un hombre ahora!
Pero no me sentía un hombre. Me preguntaba por las oraciones que mi Ma me había dicho. En ellas decían que los que mataban eran hombres malos.
— El cagadero. — Dije sin ganas.
Makena salió corriendo y encontró dos niñas ahí. Me llamó:
— Es tu recompensa.
No salí del cagadero hasta que se quedó todo oscuro. Deambulé por el monte hasta que di con Chidi y me llevó con Makena, que me dio comida y puso una cosa que mata en mis manos.
— No. — Le dije.
Makena se miró las manos y sonrió.
— Así como hiciste con Ekene.
— Ese no era Ekene.
Ekene no estaba. Quería matar a Ekene por lo que me había quitado. Ahora podía. Ahora era un hombre.
— No lo entiendes, porque eres bruto. Pero todos son Ekene. Los que mataron a tu familia, los que mataron a la familia de Chidi, los que mataron a mi familia. Todos son Ekene.
Bajé la cosa que mata. Makena me apuntó con la suya.
— Si no las matas, te mataré.
Ya no sabía por qué hacía las cosas. Me sentía con ganas de tirarme al piso a dormir.
Amadi, mi Baba. Abeni, mi Ma. Yo solía…
Ayo en Yoruba significa alegría.
Autor: Alex Pallares
Hola Alex, buen relato, el tema de los niños de la guerra es difícil de tratar, no solo a nivel literario, sino a nivel humano. ¿Cómo juzgar a quien ha sido ya judgado y condenado solo por nacer en el lugar equivocado? Mata o muere, no quería yo verme en esa tesitura y menos sin tener edad para ser consciente de lo que significa.
Gracias Nacho. El tema de desobediencia ha sacado muchas historias que he tenido en la punta del lápiz por mucho tiempo.
Me alegra que así sea Alex, para eso están los retos, para sacarlo todo de cada uno de nosotros. 🙂