«Te extraño tanto que se me rompe el alma»
Pasé accidentalmente la vista por estas líneas escritas con una preciosa caligrafía cursiva y quedé prendado de la pequeña caja llena de postales que descansaba a la puerta de la vieja librería. Mi mente empezó a divagar ilusionando historias sobre la persona que una vez escribió esto, tal vez llorando, con el corazón comprimido por el dolor de la distancia. No pude menos que tomar la postal en mi mano, estaba gastada y algunas manchas de tiempo le daban cierto carisma. El reverso era una imagen de un puente de piedra sobre un rio azul turquesa, no había nada que me pudiera ayudar a identificar el lugar, un puente cualquiera sobre un rio cualquiera. Volví la postal de nuevo, el matasellos era austriaco, de la ciudad de Linz y la firma de una tal María bajo la única frase que me embaucó. Imaginé a esta mujer, la imaginé joven, de pelo negro y rizado, no muy largo, muy andaluza y decidida viajando a Austria en busca de un futuro mejor. Un largo viaje lejos de su pequeño pueblo donde, tal vez, quedó desolado un joven que no se atrevió o no pudo seguir sus pasos. «Te extraño tanto que se me rompe el alma», una sola frase que trasciende el tiempo y cala la piel de quien la lee. La postal es muy antigua, tal vez ya no estén vivos ni María ni el receptor de tanto amor. Seguramente esta postal olvidada quedara marcando en un libro de poemas ese que se dedicaron un día de despedida.
Dejo la postal y tomo otra al azar de la caja, una postal grande en blanco y negro de unos edificios de una calle contemporánea, muy poco personal, quizás el remitente la eligiera al azar o quizás la intención era precisamente ser impersonal. El matasellos indicaba Burgos 1893, la típica letra de alguien sin estudios, muy marcada e infantil, intentando evitar equivocaciones y efectivamente de puro compromiso «Querida tía Marta, ya estoy alojado en la pensión de Burgos, no hace tanto frio como decías, tal vez por la época del año …».
El librero me mira desde el interior. He encontrado una caja llena de sueños, ilusiones y vidas perdidas y no puedo dejar de mirar en su interior. 6 = 5€; una ganga teniendo en cuenta lo que cada una de esas pequeñas tarjetas me puede contar. Tomo un billete de diez y doce postales al azar, sin elegirlas por nada en particular, sin mirar, dejando que el destino una a la mía la vida de estos desconocidos. El librero me mira un poco sorprendido, no debe vender muchas postales de segunda mano, me da la impresión que por otros diez euros me podría llevar la caja entera y estaría encantado el hombre de disponer de ese sitio para algo más lucrativo. Me alejo antes de caer en la tentación. «Estimada Sonsoles …»
Autor: Ignacio Chavarría
Ayúdame con este Nacho. Siento la nostalgia de antaño, donde las personas no tenían otra forma de comunicarse en la distancia y el tiempo, enemigo de todos los seres vivos, nos consume. Pero sé que me hace falta algo más, de pronto por la época (cuando nací las cartas escritas a mano ya no existían) así que poco sé del lugar, que no se describe mucho… ¿Es un lugar real o se trata de una alegoría? Me siento cerca del narrador, queriendo para siempre leer las notas de alguien e imaginar su rostro, sus penas, sus sentimientos… aunque no sea posible hacerlo de verdad, la verdad es la mentira que creemos ¿No?
Pues es un lugar inventado y a la vez real, en Madrid hay un sitio llamado El Rastro donde todo se puede comprar, hay multitud de pequeños negocios de segunda mano y seguro que puedes encontrar a alguien con una caja como esta vendiendo postales antiguas usadas, escritas a mano por supuesto donde su caligrafía y sus palabras te puedan transportar a otras épocas o reencarnarte en otras vidas.
Gracias. Se me hizo difícil ubicarme en algún lugar, debido a mi falta de experiencia con postales.