Como cada mañana, me despertó el estruendo causado por mis compañeros a la salida del sol. Caín, para no variar, lideraba a los demás, saliendo disparado al lugar destinado a los ensayos. Le seguía Buru, con su habitual paso elegante y su melena perfecta que la genética le había dado, agitada por la brisa. Por último, a unos tres metros de distancia, avanzaba Boxeador —a quien, por cierto, nunca supe por qué llamaban así, pero supongo que los nombres artísticos son un misterio a veces—, el más pequeño en tamaño de todos nosotros pero descomunal en su voluntad. La verdad es que yo solía siempre mantenerme al margen de esta performance, aunque hoy sabía que mi rutina sería diferente.
Ayer me enteré de la gran noticia. No sé cómo le sentó a mis compañeros, pero a mí me pilló completamente por sorpresa. Hoy por fin se llevaría a cabo la audición definitiva, el evento para el que tan a fondo nos habíamos preparado todos durante tanto tiempo, cada uno refinando al máximo sus habilidades.
Empezamos siendo muchos. Costó demasiado esfuerzo llegar hasta aquí. La selección había sido implacable. De los veinte que nos habíamos presentado al cuerpo de baile, ya solo quedábamos cuatro. Los cuatro mejores bailarines de la historia, supuestamente… y digo «supuestamente» porque, en lo que a mí respecta, si alguien me hubiera dicho que llegaría tan lejos, no me lo habría creído.
De los anteriores candidatos nunca más se supo nada, y eso que, a mi parecer, ellos tenían cualidades que a mí me faltaban. Yo siempre he sido demasiado grande; no es fácil manejar un cuerpo como el mío y que fluya la coordinación; los pasos que a la mayoría le resultan sencillos, a mí me suponen un gran esfuerzo y un entrenamiento extra. Pero me merece la pena, porque lo que más me gusta en esta vida es bailar. Sin duda nací para eso.
Todos sabíamos que el que fuera seleccionado en la audición final tendría la oportunidad más grande de su vida para saltar a la fama. En el escenario más hermoso, mostrándose ante miles de personas que serían testigos de su talento. Nada menos que bailando frente a la figura más grande de todos los tiempos, a quien todos admirábamos y cuyo nombre, que nunca logré entender, gritaba la multitud enfebrecida tras cada espectáculo. Solo con verle aparecer la gente se volvía loca y se levantaba de sus asientos. Todos se rompían las manos aplaudiendo, y resultaba que uno de nosotros pronto tendría el privilegio de compartir escenario con él. Si contabas con su aprobación, si le caías en gracia, tu futuro como bailarín estaba asegurado.
¿Entendéis lo que esto significaba para mí? Como dije antes yo nací para bailar. Necesitaba conseguirlo. Solo pensar en que existía la mínima posibilidad de que fuera yo el elegido, a pesar de mi torpeza y de las dificultades de nacimiento que solo yo sabía, desbocaba mi corazón.
Mi nombre es Cristo. Mi nombre de bailarín, claro. Aquí cada uno tenemos el nuestro, como suele ocurrir en todas las compañías. No recuerdo mucho de mi pasado salvo mi pasión por el baile. Se ve que, cuando uno tiene una pasión, esa pasión devora todos sus recuerdos, porque para mí yo siempre he estado aquí, en el escenario, ensayando.
Pero bueno, volviendo al presente, en aquel lugar donde tanto sudor habíamos derramado durante todo este tiempo nos esperaban el señor Félix y los demás miembros de la organización para la Audición Final. Lo siguiente que tuvimos que hacer formaba parte de la rutina habitual: asearnos, desayunar para coger fuerzas y ponernos en nuestra posición a fin de entregarnos las siguientes horas al ensayo.
Los otros coordinadores de la organización, quienes, al contrario que el señor Félix, venían cada cierto tiempo, nos observaban con orgullo, pero no por ello nosotros perdíamos nuestra concentración en las posiciones. Mirada al frente, cabeza alta, espalda recta, piernas abiertas para manejar el equilibrio, y lo más importante para mí, respirar hondo, inflar el pecho con grandeza y repetir las mismas palabras en mi cabeza, las mismas que me lo habían dado todo para llegar hasta donde había llegado: «he nacido para esto».
El señor Felix se había sentado en su mesa, colocada a una altura más elevada que el suelo que nosotros pisábamos y separada para darnos espacio. Había puesto a funcionar la música; esa música que todos conocíamos mejor que nada y que nos marcaba el inicio de la puesta en escena. Los instrumentos de viento, agudos y graves, rompían el silencio con un rápido e icónico recorrido de notas, primero ascendente y luego descendente, a las cuales se incorporaba la percusión, apoyando ese camino ondulado de subidas y bajadas y aportándole gran fuerza.
La melodía apenas duraba un minuto y medio, y ese era el tiempo que teníamos para poner todo nuestro cuerpo y mente en la danza antes de dar el primer paso, pues aquella obra indicaba la entrada al escenario de nuestro ídolo. Era el momento que todos los espectadores esperarían, ya que por fin lo verían en persona. Y a nosotros, los que estábamos por audicionar para estar con él, nos invadía una enorme emoción, porque escuchar esa música en directo sobre el escenario nos indicaría que nuestro sueño estaría por cumplirse. Yo no podía evitar sonreír levemente en mi interior cuando la oía en los ensayos, pero más emoción me producía escuchar el silencio sepulcral que venía después, porque acto seguido daba comienzo nuestra entrada. Al contrario que la anterior, esta melodía nuestra comenzaba mucho más suave en tempo e intensidad. Notas cortas que iban en crescendo; percusión y viento juntos desde el principio marcando cada paso que debíamos dar… Aquella era la melodía de mi vida, la que más amaba con todo mi corazón.
Unos cuantos pasos adelante para salir a escena y darnos a conocer al público. Después, mirada al frente de nuevo. La pierna izquierda pasaba con un elegante paso deslizado a estar por detrás en distancia de la derecha, pero el pecho se mantenía mirando al frente. Esa posición de la pierna izquierda nos daba el impulso necesario para empezar a recorrer el escenario danzando, dibujando con saltos, vueltas y deslizamientos un mapa en el suelo que siempre nos llevaba al mismo sitio: el lugar de honor frente a Él.
Toda una vida de ensayos se había reducido a unos escasos 3 minutos de audición. Había sido tan intenso que tardé unos segundos en volver a pisar tierra firme, y cuando lo hice unos dedos me señalaban desde la altura de la mesa, y mis compañeros me estaban mirando. «Ese», pude escuchar de forma muy distorsionada, pero mi instinto inmediatamente me hizo mirar hacia Caín, quien mantenía una mirada seria y fría al frente pero desprendía un aura de devastación que me hizo tragar saliva. Buru y Boxeador me miraban por el contrario con emoción —»¡Eres tú! ¡Te están señalando a tí, Cristo!»—, y yo sentí que el corazón se me paraba en ese mismo instante. ¿Yo? ¿Me habían elegido a mí? Pero si Caín era mucho más impresionante, Buru mucho más estético y Boxeador parecía uno con el viento cuando su cuerpo se movía… ¿Me habían elegido a mí…?
— ¡Vas a bailar con él en directo, tío! ¡Enhorabuena! —Mis compañeros acababan de perder la oportunidad de su vida, pero en ese momento lucían casi más emocionados que yo, porque yo apenas estaba procesando todo lo que pasaba. Sin embargo, Caín se dio la vuelta sin perder la recta postura, y cuando Félix y los coordinadores de la agencia se alejaron del lugar de ensayo, regresó de vuelta a su habitación. Todos nos habíamos dejado la vida durante años para ese momento, así que entendía perfectamente su reacción, pero eso no me frenó para seguirle hasta el interior de la zona residencial.
— Caín… ehm, lo siento mucho. ¿Estás bien?
Caín se detuvo en aquel momento y giró la cabeza para mirarme.
— ¿Sentirlo? Has sido elegido, deberías estar dando saltos de alegría. O llorando, que eso te caracteriza más. — Acto seguido suspiró y volvió a darme la espalda—. Era la última oportunidad para todos nosotros, pero está bien, tenía que ser así. Tienes todo lo que ellos admiran y eso te ha llevado a ser el elegido, así que buena suerte, Cristo. Brilla y sé tú mismo cuando estés frente a Él.
¿Todo lo que ellos admiran? Caín, eso es lo que yo había visto en tí durante todos estos años… Pero no pude decírselo. Había retomado el paso y algo en mí me decía que necesitaba estar solo, tenía que respetarlo.
¿Ahora qué iba a pasar? En cuestión de un par de días iba a estar en aquel escenario, no podía creerlo. Tenía que prepararme porque sabía que no iba a volver a este lugar, que en mi nueva vida como bailarín iba a dejar atrás todo lo que había conocido hasta ahora para explorar el mundo. No podía evitar sentir una mezcla de emoción y vértigo en igualdad.
Los días pasaron demasiado rápido. Las dos últimas mañanas que pasé en la residencia de la compañía fueron totalmente diferentes a lo vivido siempre. Caín, Buru y Boxeador no habían salido de sus habitaciones montando escándalo como siempre, sino que habían permanecido encerrados recogiendo sus cosas, porque, al igual que yo, ellos abandonarían la residencia, aunque con un sabor mucho más amargo.
Los cuatro partimos al anochecer. Ellos se fueron en un mismo vehículo, mientras que a mí me asignaron uno personal porque iba en dirección contraria.
Fue un trayecto largo, pero estaba tan emocionado que no pude prácticamente dormir, y además no quería perderme un sólo detalle de las vistas del camino. Jamás me había alejado tanto de la residencia, y no podía no quedarme con la imagen de los paisajes que no volvería a ver… no sabía en cuánto tiempo.
Al final me quedé dormido sin darme cuenta. El sol había salido y por culpa de todo el caos que había montado por la presentación me vi de un momento a otro ahí mismo, esperando oculto de la visión de los espectadores. Entré por un pasillo largo y oscuro en compañía de Félix, que al final siempre había estado ahí con nosotros y nunca nos dejó solos, siempre nos protegió. Me ordenó esperar tras unas puertas que daba al escenario. Me miró a los ojos, me colocó el pelo y me dio unas palmaditas de ánimo antes de alejarse.
Sentía el corazón en la boca. La puerta que me separaba del escenario tenía una celosía que me permitía ver un poco de lo que estaba pasando ahí fuera. El lugar ante mis ojos era realmente increíble… Era amplio, muchísimo más grande que la zona de ensayos de la compañía, ¡prácticamente el triple!, y eso me motivaba todavía más, porque significaba que tendría todo ese espacio para mostrarme, para soltarme con libertad frente a la gente. Sin embargo, ahí dentro, en el lugar oscuro de espera, se sentía todo muy diferente. Notaba un olor literal de dejarse la piel; una sensación fría y húmeda. Estaba emocionado, pero algo ahí me estaba poniendo los pelos de punta y no sabía qué era.
La cantidad de público al otro lado de la celosía no podía distinguirla bien pues era inmensa. Se escuchaba mucho ruido fuera y dentro, pero el ruido cesó pasado un rato, cuando de un momento a otro la gente guardó silencio al escuchar esa danza ascendente de notas en forte acompañadas de percusión. Joder…era la señal: Él iba a salir, y yo iba a salir con él.
Había retirado la mirada unos segundos, pero rápidamente volví a pegarme a la celosía para no quitar ojo de lo que ocurría. En el escenario ahora había mucha gente con llamativa vestimenta, todos iguales, y segundos después Él hizo su entrada escoltado por dos imponentes guardaespaldas. Que Él pusiera un pie en el escenario hizo gritar a todo el público, y después se dispuso a seguir un recorrido por todo el lugar acompañado por toda esa gente, así todos los espectadores podían verle bien…y yo también.
Cuando pasaron cerca de donde yo estaba escondido —porque no me tocaba salir todavía—, Él me miró. Podría decirte que llevaba esperando ese cruce de miradas toda mi vida, pero en aquel instante se sintió demasiado imponente, aterrador incluso. De repente me vi muy pequeño frente a Él y su séquito, sin importar lo erróneamente grande que me hubiera sentido siempre.
Cuando la música terminó, Él se colocó en el centro del escenario mientras sus acompañantes se replegaban. Los guardaespaldas seguían protegiéndolo en la distancia, montando aquellas bestias y empuñando aún sus coloridas lanzas. Los aplausos y los silbidos no habían parado en ningún momento; es más, cuando Él se quedó completamente solo en la inmensidad del escenario, todos se volvieron locos. Yo sabía que lo próximo iba a ser mi momento, pero inconscientemente di un paso atrás.
Una voz que inundó cada milímetro del espacio habló, callando así a los espectadores de nuevo. Sonaba como enlatada y un poco artefactada; costaba entenderla desde mi posición pero hubo una palabra que reconocí al instante, es más, conocí al instante su significado después de tanto tiempo.
— ¡JOSÉ BENÍTEZ, «EL MALVAJADOR»!
De nuevo la gente se volvió loca, pero la voz volvió a calmar el ambiente. Era mi momento. Félix nos había explicado mil veces lo que iba a ocurrir, y ahora tocaba que me presentaran a mí antes de salir a escena.
— PROCEDENTE DE LA GANADERÍA DE CRIANZA «MIURA» EN SEVILLA, EL MÁS IMPONENTE TORO DE LIDIA DE LA FINCA, CON UN PESO DE CUATROCIENTOS CINCUENTA KILOS: ¡CRISTO!
Era mi nombre. Dios, era mi nombre. Ese era yo.
¿Os acordáis de la canción de mi vida? En aquel momento sonaba de fondo. Me quedé clavado en el suelo, escuchando aquellos instrumentos de viento, reconociendo el olor que se abría paso en mis fosas nasales cuando las puertas se abrieron mientras comprendía que estaba ahí para mi último baile, porque «Malvajador» me iba a matar. Todo el mundo aplaudía. Todo el mundo allí sabía que sin duda yo había nacido para esto.
Autor: Morgan
Mira tú quien estaba escondido dentro de Morgan 🙂
Me ha encantado, muy bien relatado, con la intensidad justa, distrayendo al lector con una mano mientras preparabas el truco final con la otra. Enhorabuena Morgan, una lástima no tenerte más a menudo por aquí. Respecto al relato, la historia me ha partido el alma, sobre todo porque estoy totalmente en contra de las ejecuciones públicas.
Muchísimas gracias Nacho por tu comentario. Ha sido un proceso divertido el lanzarme a escribir algo, muchas gracias por haberlo subido y por animarme a escribir como Reyes. Me dejaré ver más por aquí tanto dibujando como escribiendo, que esa es otra, gracias también por dejar un espacio de esta increíble página dedicado a la ilustración y por permitirme subir cositas aunque sea de vez en cuando😁🙆
Mi amor precioso, gracias por haber escrito y compartido este relato. Gracias por haber creado un personaje como Cristo, tan lleno de sensibilidad, y por darle voz. Vivimos en un país en que las ejecuciones públicas -como bien dijo Nacho- no solo son legales sino que se les llama fiesta nacional. Frente a cosas así los que escribimos vamos armados… con flores. Flores como el relato que enviaste aquí.
Es muy importante. El desahogo y la lucha, sobre todo eso, la lucha, la rebelión contra lo que resulta inhumano y nauseabundo, poner palabras ahí en lugar de quedarnos callados delante del «pan y circo». Para mí el que lucha así se acerca mucho más a «ser» «escritor» que el que está obseso perdido con promocionar su puta obra de los cojones (soy el diablo, pobre gente) o con vender, vender, venderte una moto que sea la mejor historia del mundo mundial para enganchar «gente». Agh.
Te quiero muchísimo.
Gracias.
Gracias a ti por ayudarme a escribirlo, sin tu ayuda aún teniendo la idea en la cabeza no habría sido capaz de llevarla a la palabra. Me da mucha lástima que todavía haya gente que defienda que «los toros si no se usan para las corridas se extinguen» ¿?, como si un toro no pudiera hacer vida normal en el campo, libre y feliz. No sé, me da mucha rabia que esta tradición siga viva, el toro es mi animal favorito así que sentí la necesidad de intentar meterme en la piel de alguien que ha nacido para que tristemente lo asesinen a sangre fría.
Gracias por apoyarme siempre y por ayudarme con todo, me ha gustado mucho escribir esto.
Te quiero mucho🫶😁❣️
Me has dado en la cara. Me gusta. Creo que había empezado a leer con otro tono y hacerme ideas de ballet y de competencias televisivas, para el momento que me di cuenta ya estaba muy lejos de darme patadas en la cara.
Ha sido una experiencia agradable leerte, Morgan. Me gustó mucho como ejecutaste la idea, sencillamente genial, malvajador.
Muchas gracias por tu comentario Alex. Me alegra saber que se entiende bien la idea y que la lectura se hace amena. A ver si me animo a estar más por aquí, escribir esto fue una experiencia divertida. ¡Que bien que te gustara leerlo! 👏 Gracias de nuevo por comentar y darme tu opinión, lo valoro mucho.