No se puede encapsular esto tan grande en una palabra tan pequeña

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Tiempo de lectura:7 Minutos, 20 Segundos

Sigilo

Las luces están apagadas. La oscuridad es mi aliada; me envuelve, absorbiendo el ruido de mis pasos. Entro de puntillas. Casi puedo escuchar el tema de La Pantera Rosa marcando el ritmo de mi respiración. Saco la linterna, pero antes de encenderla, al cerrar la puerta, una luz tenue revela un rostro familiar en la esquina: mi esposa.
La linterna se me escurre entre los dedos. Tengo que hacer lo que más temía: encender la luz.
Nos saludamos en susurros. No quiero discutir. Ella tampoco quiere hablar, pero lo hace. La pregunta que ha estado flotando desde que decidí llegar tarde, recibe la respuesta que ya intuía. Una mosca nada en medio de nosotros.
Me mira con ojos agotados. Levanto la linterna y me encamino hacia la habitación. Nuestra habitación. Si es que aún lo es. Si es que lo será por mucho más tiempo. La mosca se aleja, no quiere entrar ahí, claro que no quiere.
Ella no dice nada más, pero su mirada grita. Una distancia enorme se abre entre nosotros, una que no sé si podré cerrar, o si ya es imposible. Entro en la habitación, una mezcla de culpa y resignación pesando en mis hombros.
Todo se siente irreal, como si estuviera atrapado en una escena ajena. El dolor me oprime, pero no encuentro cómo darle voz. Cada rincón de la casa es una sombra distorsionada de lo que alguna vez fue. Los recuerdos están desgastados, erosionados por el tiempo y las decisiones acumuladas.
Estamos en la misma habitación, pero estamos solos. Una soledad insalvable ha crecido entre nosotros, una barrera invisible que no sé cómo derribar. Tal vez ya no haya remedio.

 

Juicio

— Hola —digo en un susurro.
— Hola —responde sin levantar la vista del celular—. ¿Dónde estabas? ¿Por qué llegas a esta hora?
— No quería llegar a la casa —digo, mientras levanto mi celular del suelo, evitando su mirada.
— Muy bien. Yo tampoco quería, pero aquí estoy. Y siempre que hemos tenido un problema, he venido aquí.
— No me vengas con eso. Al menos deja que me cambie —respondo, caminando hacia la habitación.
— ¿Qué quieres que te diga? —pregunta, con la voz suave, agotada—. ¿Qué quieres que haga?
— No lo sé —respondo sinceramente—. No sé qué quiero.
— Esto no está funcionando, ¿verdad? —dice finalmente, con una mezcla de resignación y tristeza—. Siempre estamos aquí, dando vueltas en círculos. Yo intentando salvar lo que queda y tú… tú te escondes —continúa, esta vez con un tono más firme—. Ya no sé si puedo seguir así.
— No estoy escondiéndome —murmuro, aunque ni yo mismo estoy seguro de si es verdad.
— Entonces, ¿qué estás haciendo? —me desafía, su mirada penetrante.
— Estoy… perdiéndome —admito, sintiendo el peso de las palabras.
Ella aparta la vista, su voz se empieza a quebrar.
— Lo sabía. Lo he sabido todo este tiempo, pero necesitaba escucharlo de ti. ¿Por qué no me dijiste nada antes? —pregunta con lágrimas en los ojos—. Podríamos haberlo intentado. Tal vez aún podríamos…
— ¿Intentado qué? —la interrumpo, más duro de lo que pretendía—. No sé cómo arreglar esto. No sé cómo seguir adelante.
Ella me mira, su expresión vacía y distante. Mi expresión… no sé como es, pero no es bonita.
— Si te estás perdiendo, ¿qué hago yo aquí? —pregunta, con una calma que me desarma—. ¿Qué se supone que haga mientras te veo desvanecerte?

Sus palabras me golpean fuerte. El nudo en mi garganta crece, pero no puedo decir nada. Me quedo paralizado.
— No quiero ser una espectadora de… esto —añade, levantándose con decisión, ya no puede contener las lágrimas—. No puedo quedarme aquí viendo cómo te alejas más y más, mientras yo me quedo atrapada en este ciclo interminable de esperanza y decepción.
Por un momento, pienso que se va a ir. Pero se detiene, se queda de pie dándome la espalda, como esperando algo. Una señal, una palabra, algo que le diga que no todo está perdido.
— Si sales por esa puerta… —empiezo a decir, pero me detengo. No sé cómo terminar la frase.
Ella se da la vuelta, con los ojos llenos de una mezcla de lágrimas y frustración.
— ¿Qué? —pregunta, desafiándome de nuevo—. ¿Qué pasa si salgo por esa puerta?
— No sé —respondo, finalmente, con una sinceridad que duele—. No sé qué pasa si sales por esa puerta.
Ella me observa en silencio, procesando mis palabras. Luego, su voz se quiebra:
— Respóndeme algo. Te has estado alejando de mí. Cada cosa que digo… todo te molesta. Es como si… —hace una pausa, tomando aire—. Dime la verdad, no importa que sea dolorosa.
— No tengo una aventura —digo, anticipándome a la pregunta que sé que ronda su mente.
— Entonces, ¿por qué? Explícame por qué actúas así. ¿Por qué te alejas de mí? ¿Por qué no me explicas qué te pasa?
— Eso intento…
— ¿Cuándo lo intentas? —insiste, con frustración.
— Justo ahora —respondo, mirándola a los ojos, intentando que sienta la verdad detrás de mis palabras.


Mañana

Me duele saber que he fallado,
no quiero hacerlo, pero lo he hecho;
dejando heridas, todo destrozado,
hiriendo a quien más quiero, lo admito.

Mis manos, torpes de errores pasados,
cargan culpas que no debí entregar;
pero en cada lágrima, en cada paso,
busco un modo sincero de sanar.

Si pudiera borrar mis huellas
en las sendas que el dolor marcó,
cambiaría cada herida abierta,
por la paz que en tu alma faltó.

Hoy mi corazón pide perdón
con la esperanza de redención;
prometo, aunque roto, reconstruir
lo que contigo aún pueda vivir.

El amor son cuatro letras,
una palabra que contiene mucho;
el dolor son cinco en cambio,
y nos dicen todavía más.

El amor, tan breve y eterno,
se pronuncia en susurros suaves,
pero su eco, profundo y certero,
nos marca, nos llena de claves.

El dolor, con sus cinco espinas,
se clava despacio en el alma,
y aunque hiere, nos deja lecciones
que transforman, que brindan la calma.

Son dos caras del mismo destino,
que se cruzan en nuestro camino;
el amor nos eleva al cielo,
el dolor nos enseña el suelo.

 

Silencio

Había llamado a todo el mundo. Habíamos tenido discusiones antes… muchas peores que esta, pero nunca me había dejado de responder. Lo primero que pensé fue que no quería hablar conmigo. Luego, los minutos se fueron acumulando y empecé a sentir la distancia. Últimamente, él no estaba muy presente, pero esto era otra cosa.

Mi mamá me notó preocupada. Nunca le había dicho de nuestros problemas. La verdad, siempre lográbamos resolver todo antes de que hubiera algo que compartir. Para ella, nosotros teníamos el matrimonio perfecto. Ella siempre hablaba maravillas del hombre que me había propuesto matrimonio y yo no sabía cómo decirle que no todo era perfecto. Porque es bonito que mi madre y mi esposo tengan una buena relación. No quería decir algo que la dañara… pero hoy no pude más.

Ella me aconsejó, me dijo que si lo veía, me esforzara en no atacarlo, en no discutir, en pedirle que me hable, que me explique.

Me distraje un poco hablando con ella por teléfono. El sol se ocultaba y debía levantarme a encender la luz de la sala, pero no me daba para hacerlo. Todo se hacía oscuro a mi alrededor, de alguna forma pensé que eso era apropiado.

Ella empezó a hablar, primero dándome consejos, luego, como yo seguía callada, empezó a hablar de sus cosas. Me contó la última comidilla de la familia: mi primo le estaba dando mala vida a su mujer, parece que había buscado otra mujer y… mi mamá hizo silencio. Creo que ambas pensamos lo mismo al tiempo. Es algo que no había cruzado por mi mente, pero en este punto solo buscaba alguna explicación.

Llamé a su amigo… pensé… que quizás estaba con él, eso sería, sí. De pronto se fue a tomar para olvidar las penas… es algo que nunca entenderé de por qué los hombres hacen eso. Tampoco estaba muy segura de qué penas lo acosaban a él… no estaba segura de nada, pero con la poca esperanza que tenía… La sala estaba en oscuridad… había un aire de soledad
impregnado en las paredes. Su amigo me contestó con alegría. Traté de sonar alegre también, pero no pude… fue
infructuoso y no pude contenerme. No pude seguir ocultando lo que sentía. Pero de nada sirvió. Su amigo quedó muy preocupado y me dijo que él lo llamaría.

El mensaje llegó. Tampoco le contestaba a él… En mi mente todo había acabado. Pensé en la mitad de las cosas… no quería quedarme en esta casa que tantos malos recuerdos ahora me traía. Pensé en pedir un permiso especial en mi trabajo al día siguiente… pensé en llevarme las cosas. Pensé en nuestras mascotas… ¿Quién se encargaría de nuestros peluditos? Ellos no tenían la culpa de nada

Autor: Alex Pallares

Sobre el autor

Alex Pallares

9 comentarios en “No se puede encapsular esto tan grande en una palabra tan pequeña”

    1. Hola querida Reyes. Disculpa ponerte a pasar dos veces por el mismo escrito. Se agregó un nuevo capítulo llamado Silencio. Espero puedas leer este y darme tu opinión

  1. Hola, Alex.
    Lo leí en cuanto lo sacaste, pero no supe qué decir…
    Creo que con esta última parte te bajaste a una narración mucho más «terrenal» por decirlo de alguna forma. Quizá por hacer más «corpóreo» el hilo de lo que ya es una «historia». Y por hablar desde la voz concreta de la otra parte (ella) no te ha permitido ejecutar esa prosa poética que tienes en las primeras partes. Podría decir cosas en relación con esto pero serían solo opiniones y generalidades (no ya referido a tu manera de enfocar y narrar), que seguramente me va a resultar complicado poner en palabras porque es algo de lo que nunca he hablado, al menos por escrito.
    Creo que uno tiene una idea de lo que una «historia» es en tanto en cuanto tiene desarrollado y activo su lector interior. Digo esto porque muchas personas tienen el concepto de historia como «sucesión de hechos que ocurren y resultan estar conectados de alguna forma». Mmmmh. No tiene por qué ser así. Hay mucho trabajo interior detrás de narrar; trabajo que a veces estriba en permitir que todo salga. Aunque nos encontremos relatando una sucesión de escenas, podemos estar contando una historia desde el interior de la historia. Creemos erróneamente que un lector va a necesitar un contexto o unas coordenadas, un sentido para seguir adelante, para no aburrirse… cuando nosotros mismos hemos vivido la experiencia de quedar atrapados, cautivados en fogonazos de luz (o de oscuridad) que no estamos seguros de comprender… tal vez porque una historia tiene en sí misma la capacidad de desdoblarse, de tener múltiples principios misteriosos posibles, o no tener final, o sí…
    Los alfileres son útiles para fijar la tela en la costura. En escritura, yo pienso que no todo necesita un cauce. No sé si me hice entender.

      1. jajajajjajjaj me hiciste reír.
        Pues que al leerte a veces siento tu perfeccionismo y creo que no es tu amigo. No tienes que esforzarte tanto. Creo que ahora estás en una etapa interesante de retarte a ti mismo en ese sentido, y eso tiene mucho mérito, porque para todo humano es difícil desatarse de lo que durante muchos años ha considerado cierto. Pienso que comunicas mucho entre líneas -un escritor maneja los silencios y la carga de lo que no dice-; eso tiene valor real, no necesitas una estructura o redimensionarlo porque ya es una historia. En las dos primeras partes veo un hombre personaje que necesita hablar; en la tercera veo un autor queriendo hacer una historia.

        1. ¡Oh! Me has dado una cachetada en el perfeccionismo. ¡Me la merecía! Creo que siempre he tenido eso. Antes de entrar a Literanoicos no era capaz de publicar nada que no lo hubiera pensado, leído y editado un montón de veces. Estos retos me han obligado a pensar en escribir cosas que, de lo contrario, jamás habría escrito.

          Luego te he leído a ti y me has dado una lección en soltura literaria. Yo te he dicho que te admiro, no por otra cosa, que porque me gustaría escribir un poco más como lo haces tú, con libertad. No estar tan atado a mi perfeccionismo.

          ¡Rayos! Volví a leer este comentario antes de publicarlo y me faltó una coma y un punto pero esta vez lo voy a dejar así ¡Maldita sea!
          ,.

    1. Bueno, no me acuerdo lo primero que escribí. Recuerdo que jugaba con mi hermano y en nuestros juegos yo creaba historias originales. Con el tiempo se volvieron difíciles de seguir y empecé a usar mis viejas libretas del colegio para recordar. No recuerdo una historia en particular porque era el arquitecto de un universo entero de historias que nunca acababan.

      Te voy a robar la idea del espejo. Espérame ahí y subo algo.

  2. Hablemos de ese cajón de mierda jajaja.

    Antes que nada, cuídate que se escucha una tos.

    La verdad es que en la escritura no hay perfección. No hay fórmulas secretas y mágicas para crear el próximo Harry Potter.

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