Era de noche cuando el pequeño Vick por fin llegó a Ciudad Blanca. ¿O tal vez había sido de noche todo el tiempo durante su viaje? No lo recordaba.
Jadeando tras la interminable carrera, cruzó la puerta con el paso más seguro que fue capaz, aunque las piernas le temblaban a causa del esfuerzo. Nadie le puso ningún impedimento para entrar a la ciudad, pero el guardián que estaba más cerca junto a las murallas le miró con suspicacia.
—¿Nombre? —le preguntó, con un tono particular, como si de antemano no fuera a creerse la respuesta.
—Vicky el Vikingo, señor.
Era mentira, claro. Vicky sólo era su héroe favorito de ficción, un niño vikingo que salía en la tele como dibujo animado y siempre tenía las más geniales ideas.
El guardián asintió. Luego señaló con el mentón a los peludos que escoltaban al crío.
—¿Y tus amigos?
Vick se quedó pensativo unos instantes. Aquí lo mejor que podía hacer era decir la verdad, por mucho que esta resultara increíble.
—Son ángeles, señor. —Suspiró y sonrió brevemente, mirando al suelo y relajando los hombros bajo las correas de la cartera de colegial—. Me han acompañado todo el camino. Ya… ya me advirtió alguien de que no tendrían el aspecto típico que cualquiera esperaría.
—Oh, vaya. ¿Y quién te lo advirtió?
Jo, qué cotilla el guardia. Vick respiró hondo y una vez más respondió sin mentir:
—Pues… me lo dijo un chico mayor, el que me dio el casco. Este casco, ¿ve? —alzó las manos para señalar el casco vikingo sobre su cabeza—. En la puerta del colegio. Me dijo que no estaba solo, que los ángeles saldrían a mi encuentro, y que no me asustara de su aspecto porque a veces las cosas no son lo que parecen.
El guardián cruzó los brazos y miró reflexivo a la partida de monstruos acróbatas detrás del niño. Ahora estaban quietos, pero les había visto dar saltos y volteretas en la lejanía hacía unos momentos, alentando al crío a casi volar. Se tomó unos segundos antes de proseguir hablando.
—¿Y qué más te contó ese chico mayor?
—Me dio el casco y me dijo: “guárdalo. Lo llevarás puesto en tu cumpleaños dentro de mucho tiempo, pero sólo si echas a correr ahora”.
—¿Te dijo él que vinieras a Ciudad Blanca? —inquirió el guardián, ladeando la cabeza y entornando los ojos.
El niño vikingo negó con la cabeza.
—Noooo, señor, qué va. Yo sabía que tenía que venir aquí. Él me dijo solo: “¡Corre, corre, corre!”
—Qué extraño. ¿Recuerdas algo más de él?
—Que llevaba el pelo teñido de negro porque no quería ser pelirrojo como yo. Era un chaval bastante feo, señor —añadió, con el orgullo de quien ya no podría ceñirse más a la verdad.
El guardián se echó a reír. Las piezas comenzaban a encajar.
—Ya veo, Vicky —dijo en tono más amigable—. Y cuéntame, ¿para qué has venido a Ciudad Blanca? Has atravesado un camino largo y lleno de peligros para llegar aquí, ¿por qué?
Vick miró de nuevo al suelo y empujó con la punta del pie una piedrecita sobre el adoquinado.
—Señor, ¿este interrogatorio va a durar mucho más? Es que estoy cansado.
El guardián se agachó entonces para que los ojos de ambos estuvieran al mismo nivel frente a frente.
—¿Tienes frío? —le preguntó, presto a quitarse la capa para colocársela al niño sobre los hombros.
—Gracias, señor, por preocuparse por mí. Pero no. Tenía frío antes, al salir del colegio, por eso empecé a correr. Pero ahora lo que estoy es cansado. Muy cansado…
Casi se desploma contra el guardián al decir esto. El centinela no dudó en tomarle en brazos y, sujetándole contra el amplio pecho, cruzó definitivamente la muralla hacia Ciudad Blanca. Con un gesto de cabeza, le indicó a los ángeles peludos que le siguieran.
—Dime Vicky, ¿de qué huías? ¿Qué es lo que buscas aquí? Sólo intento ayudarte.
Con la cabeza apoyada en el hombro del guardián, el niño musitó:
—No huía, señor. Sólo corría. Correr es la victoria.
—Pues ya has llegado.
Los edificios de Ciudad Blanca resplandecían bajo el cielo nocturno. Las torres de nácar reflejaban la luna llena y rosada. Parecía que todos transitaban sobre un camino de plata.
—Sí, señor. He venido a buscar a mis padres. A los padres que me quieren. Están aquí, viven aquí. Lo sé. Señor, ¿qué es ese ruido?
—Te llevaré con tus padres de verdad —murmuró el guardián—. ¿Qué ruido?
—Ese pitido y… —¡¡CARGA A 300!! ¡¡FUERA!!
“Las voces”, fue a decir Vicky. Pero, de pronto, ¡CO-COM! La tierra convulsionó en un fortísimo espasmo. Ni los ángeles ni el guardián dejaron de andar, aún así.
El niño se abrazó al cuerpo que le sujetaba, sobrecogido. En aquel momento escuchaba ruidos y voces como si un grupo de personas estuviera a punto de lanzarse sobre él:
—Fractura de base de cráneo. No sobrevivirá.
—Claro que sobrevivirá, ¡carga otra vez, vamos!
De nuevo aquel pitido infernal penetrando ambos oídos:
—¡¡FUERA!!
¡¡CO-COM!!
—Víctor, vuelve…
—Señora, está detenida por agresión —dijo una voz distinta, menos emocional y más firme que la que estaba gritando “¡FUERA!”—. No se acerque a su hijo.
—Pero yo no creía que… yo no quería…
—Sabes que sólo podrás quedarte en Ciudad Blanca por un tiempo, ¿verdad? —murmuró el guardián al cuerpecito que convulsionaba en sus brazos.
—M-me da igual —sollozó Vick—. No quiero volver a casa. No es seguro. No quiero seguir corriendo.
—Te prometo que encontrarás a papá y a mamá. A tus padres de verdad, los que te quieren ya aun sin conocerte.
¡¡¡FUERA!!!
¡¡CO-COM!!
—Señor. Me… duele…
—Vamos a cantar una canción para distraerte, ¿sí?
Asúmelo. Lo hemos perdido.
—La canción que me dijo el chico mayor. La de mi cumpleaños.
—Vale. Cómo es esa.
—”Yo lo que quiero… es irme de fiesta. Con mis amigas, con mis amigos…”
Ni de coña. ¡¡¡FUERA!!!
—”Since 1982, there is a club which is making history…”
¡CO-COM!
—”Seven years later… it’s still kicking!:”
CO-COM, CO-COM, CO-COM, CO-COM.
¡¡Lo tenemos!! Ritmo sinusal. Sujétale la cabeza. Chaval, tranquilo. Vamos al hospital.
Las calles explotan en luces y sirenas ensordecedoras. El niño entreabre los labios y murmura algo sin sentido al volver a tierra:
—Pont Aeri.
…
Doce años después:
Autor: Reyes
Siempre ese punto que me saca de la realidad, un precioso relato Reyes, da gusto leerlo.
Gracias Nacho por subirlo, por elegir una foto tan bonita, por leerlo y por comentarlo!! ;;; estoy con la intensidad a full porque realmente no sé cómo salió pero fue muy emotivo para mí escribirlo. Benditos retos de Literanoicos. Gracias!!
Es precioso tener el privilegio de leerte y de verte cocinando todos estos relatos. Gracias por mostrarme siempre, gracias por escribir. Ese niño de tu relato necesitaba un abrazo y tú con tus escritos abrazas a todos los que te leemos con amor puro.
No dejes de escribir nunca, por favor. Gracias por despertar tantas emociones siempre❣️
No me hagas llorar 😭😭😭. Reyes, tienes un talento para narrar de maneras únicas, situaciones únicas (aunque este pobre niño, espero que nadie le pase algo así…)
Me duele pensar en estas cosas, porque el amor más lindo que recibí de niño fue de mi madre… No sabía lo afortunado que fuí.