Nunca parece buen momento. Siempre digo: ¿y si esperamos un poco más? Pero lleva ahí tumbado años. No hay ningún diagnóstico positivo, los médicos no dan ninguna esperanza. Así que hoy, ahora, es el momento.
Parece mentira cómo se tuerce la vida: caminas feliz un día, haciendo equilibrios por el bordillo de la acera, y el retrovisor de un autobús de línea te revienta la cabeza y te manda directo al país de los sueños eternos.
¿Y cuáles son esos sueños suyos? Parecen plácidos, a tenor de la suave sonrisa permanente en su rostro. Seguramente sigue ahí, caminando feliz, escuchando esa música de jazz que se inyectaba directamente al cerebro a través de los auriculares. Seguramente sigue chasqueando los dedos, bailando liviano, apreciando lo más leve e inocuo del mundo como una maravilla, como un tremendo milagro.
Sí, quiero creer que él está ahí todavía, y que en el momento en que le desconectemos, se diluirá en su música, en ese solo de trompeta, en el batir de la escobilla acariciando los platillos, en el ritmo del contrabajo y en la canción de la guitarra. Y sus pies le llevarán bailando allá donde sea que vayan los chicos buenos y descuidados.
Este segundo acto es el que en principio me pedía el cuerpo, pero hoy estaba dejándome llevar por el dios de luz y los buenos sentimientos, menos mal que llegó Reyes (pepito grillo) y me recondujo al lado oscuro. 🙂
Jajjajjaja… que conste que el primero me pareció increíble de bonito y super luminoso!!! Un poco sí me extrañó, eso sí xDDD
Y claro! Como bien me dijiste por mensaje, la crudeza de este depende mucho de qué relato leas primero. Una vez más, la magia de Nacho.
Todos tenemos nuestros momentos de debilidad, menos mal que estabas tu para devolverme a mi sitio 🙂