
Se ofrece trabajo con gran paga. Se busca experto tirador; cazador sin escrúpulos que haya matado centenares de animales sin reparo. Presentarse en la siguiente dirección con credenciales que acrediten su valía…
Así decía un anuncio en el diario del 13 de noviembre. A todos los lectores les pareció curioso; algunos soltaron una pequeña risa, otros quedaron desconcertados. Era la primera vez que se leía un anuncio como ese.
Fue entonces que se presentó un hombre en el lugar que citaba el diario: una casita pequeña, con un gran patio, bastante descuidado y del que no quedaba rastro alguno de lo que había sido en su tiempo. Las flores, marchitas hace mucho ya, daban lástima y no servían ni para alimento de las hormigas. En esa casita de madera, pintada de verde lima, vivía un viejo, que había enviudado hará dos años. Todos en el barrio lo conocían. El viejo Orfeo, quien vivía ahí desde el tiempo de los próceres, según decían los niños. Sin embargo, todos estos detalles no los sabía el hombre que se presentaba ante aquella casita.
Al llamar, tuvo que esperar unos minutos hasta que Orfeo se levantara de la cama, se calzara, se acomodara los pantalones y, finalmente, llegara hasta la puerta.
—Buenos días, Don, vengo por lo del anuncio —Orfeo lo miró de pies a cabeza. No le veía pinta de cazador, aunque bien podía ser que su vista le estuviera fallando.
—El anuncio… —murmuró cabizbajo. Luego lo hizo pasar—-. Y dígame, ¿es buen tirador? —preguntó mientras se sentaba a la mesa e invitaba al hombre a hacer lo mismo.
—El mejor, le aseguro. No hay otro como yo en todo el mundo —y procedió a mostrarle en su celular fotos de él con distintas presas: leones, elefantes, tigres, osos, serpientes…, Orfeo se acomodaba los lentes y trataba de acercar la cara a la pantalla, de igual modo, seguía sin ver bien.
—Y dígame… —se detuvo un instante, dubitativo—, ¿ha matado a un hombre alguna vez?
—¿Cómo ha dicho? —preguntó incrédulo.
—Que si ha matado a un hombre alguna vez —preguntó con los ojos llenos de brillo. El hombre quedó en silencio por un rato.
—Una vez. En defensa propia, le aseguro. Pero no me siento orgulloso de eso —luego de acomodarse mejor en la silla preguntó—. ¿De qué se trata el trabajo?
—Necesito un hombre que me ayude, quiero reunirme con mi mujer.
—Es conmovedor lo que desea —no sabía bien qué decir—, pero yo no puedo hacer algo así, es…
—¿Es mucho pedir?
—Señor, si tanto desea morir… no digo que deba hacerlo, no, por supuesto. Pero si tanto lo desea, ¿Por qué no se suicida? —la pregunta le parecía demasiado chocante, pero no sabía otra forma de decirlo ni tampoco sabía qué decir.
—Debo reconocer que no tengo el valor para hacerlo, por eso necesito que sea otro quien me ayude.
—Y en ese caso, ¿por qué no se mete en una situación peligrosa, o por qué no busca a cualquier vago acá en el barrio para que lo ayude?
Orfeo se quedó pensativo un momento, masticando bien lo que el hombre le dijo. Entonces, le contestó.
—Supongo que porque tengo miedo de morir —ambos se miraron. Era la primera vez que Orfeo levantaba la mirada de la mesa—. Disculpe, ¿podríamos dejarlo para otro día?
Autor: Maximilien Robespierre

Sobre el autor
Maximilien Robespierre

Hola, bienvenido a loteranoicos, agradezco este relato de presentacion, me gusto al leerlo para publicarlo, (los leo todos). Es un relato que deja una historia, la del viejo, en el aire. Un triste relato muy real. Espero leerte mas.
Me alegra que te haya gustado. Voy a ir revisando el resto de relatos que tengo terminados para darles unos retoques antes de mandarlos
Hola, Maximilien!
Antes de nada, bienvenido a la web. Espero que te sientas a gusto.
Gracias por compartir esta narración. Pobre hombre, sin fuerzas pero con miedo. El miedo no es una razón para vivir, pero es lo que le ha atado al mundo al final. Sólo puedo decir que le comprendo y siento ganas de abrazarle y/o tener una larga conversación con él junto al fuego, después de leerte…
Gracias por la bienvenida. Este cuento lo escribí mientras atravesaba un periodo bastante oscuro en mi vida, y quería plasmar esa desolación y tedio que sentía.