ONDA-PARTÍCULA
Es curiosa la vida. Cuando más cerca estás de parecer una cucaracha panza arriba, un insecto abotargado y vencido que ya ni tiene fuerzas para debatirse, más se asemeja tu alma a un tigre blanco. Alma de luz, dicen. Un tigre luminoso que a pesar de todo vivirá.
Es curiosa la vida. Paradójicamente, la muerte ya no lo es tanto. Simplemente no existe como tal.
Nunca he sido religiosa, pero empiezo a entender que existe una etapa de la vida que no comprendo: aquella que comienza con lo que llamamos “muerte”. La muerte es el principio de la vida fuera del cuerpo, nada más.
Ayer, de camino al hospital, pensaba en el momento en que mi paciente D, que no llegaría a los cuarenta, dejó atrás la carcasa. Yo escuché su último latido con un fonendoscopio (“actividad residual”). De pronto se había quedado en paz; ya no buscaba desesperadamente aire. Su rostro, ladeado y tranquilo, del color de la cera marchita, se solapaba en mi mente con la sonrisa que lucía la semana pasada, cuando los calmantes le hicieron efecto y pudo salir al jardín en la silla de ruedas, acompañada de su pareja.
D se murió a las ocho de la tarde, y esa noche me costó dormir. No recuerdo exactamente en qué pensaba, y me dolía todo el cuerpo. Sin embargo, al día siguiente, ¿puedes creer que no me dolía absolutamente nada? Ni siquiera sentía los rastros de la lumbalgia que tengo habitualmente, ni la asquerosa fascitis plantar. Me pasó por la cabeza que esa energía renovada era un regalo de D, y que yo me había equivocado al pensar que había algo “malo” en su energía de salud por estar muriendo invadida de cáncer. Tal vez su energía era perfecta al desencarnar; tal vez nunca hay nada malo y todo es perfecto.
Como decía, iba de camino al trabajo pensando en esto, escuchando “onda-partícula” desde mis auriculares. Mi favorita es “partícula”, por cierto. Al mismo tiempo, trataba de recordar dónde había visto yo a aquella mujer de rasgos asiáticos que me había saludado y sonreído hacía lo que parecía un momento. La había reconocido, pero, ¿de qué? Era una mujer elegante, pequeña, vestida con muy buen gusto e impecablemente peinada. Creo que llevaba un conjunto marrón de pantalones, jersey y chal en tonos tierra… ¿Dónde diablos la había visto? ¿Acaso en el metro? Si es que no se puede ir con la cabeza en las nubes.
Comprendí el juego de dimensiones cuando llegué a la planta. Fui a ver a mi paciente R, quien está a punto de desencarnar. Todo el mundo ingresado allí está cerca de abandonar su cuerpo, aunque no sabemos en qué instante lo hará.
Sonreí a R y la saludé. “Hello, my dear. How are you feeling? Are you in pain?”. Afortunadamente entiende mi inglés de mierda, al menos para las cosas importantes. Allí frente a ella, arreglándole las sábanas, me di cuenta de que la señora elegante y sonriente que no era capaz de ubicar era ella. Dejando aparte que R pesa como treinta kilos y su piel tiene un color ceniciento. Dejando aparte que orina por dos agujeros a la altura de los riñones y que está tan invadida de cáncer que no se conoce el foco primario donde se originó la enfermedad. Pero te juro que tenía su misma cara; era ella, ¿Cuándo la vi?¿Dónde la vi? Sé que pasó, que no lo soñé. Me crucé con ella y la miré por un par de segundos, en la calle, en el metro, donde fuera. “Qué guapa es. Qué perfecta”, me dije. Tenía la expresión receptiva y relajada de quien ama tranquilamente; de quien ama a los desconocidos porque se ama a sí misma. Belleza, elegancia, sencillez. Era ella.
Ahora estoy librando en casa. Quizá cuando vuelva a trabajar dentro de dos días, R ya haya dejado su cuerpo actual. No lo sé.
Autor: Reyes
Fuerte y profundo Reyes. Yo no sé si dejaría mi alma por tener un trabajo como el tuyo. Trabajar en una oficina si hacer nada importante para nadie (un trabajo aburrido, como muchos) se siente tan fuera de lugar cuando se puede hacer tanto de vivir con personas de verdad. Aprecio mucho lo que haces y lo que transmites. Es esperanzador como ves esta situación. Entiendes algo por lo cual creo que nunca he pasado, y te respeto y admiro por eso. Admiración de saber que no tendría la voluntad de despertar al día siguiente y vivir nada parecido a lo que relatas. (digo esto porque sé que por allá responderás que no te consideras alguien digna de admirar).
Un fuerte abrazo en la distancia.
Muchas gracias, Alex;;;;
Yo creo que todo es importante para alguien, desde una oficina también. Somos piezas de un sistema, pero independientemente a eso gracias a dios no dejamos de ser personas.
Un abrazo, querido. Gracias de nuevo.
Tu relato me ha hecho llorar reyes y a la vez me ha sumido en una extraña paz, como cuando alguna preocupación te tiene agobiado y de pronto todo se arregla y puedes respirar en paz. Gracias por escribir y sobre todo gracias por estar al lado de todos ellos o deberia decir de todos nosotros.
Nacho, qué feliz me hace si sentiste paz, de verdad gracias a ti por ser mi amigo, por las mirindas, por literanoicos y por estar siempre.
Un placer Reyes, igualmente